Bienvenidos a nuestro Blog. Esperamos que sea de vuestro interés.

Vivencias de Algeciras (Segunda parte)

Autor: Martín Ángel Montoya Sánchez
Continuamos con el recorrido por Algeciras, allá por los años 1947, 48,… cuando teníamos once o doce años. En el capítulo anterior habíamos recorrido la zona de la Villa Vieja hasta llegar al puente de la Conferencia, desde donde continuamos a continuación.
Cruzamos el puente de la Conferencia, en el río estaban amarradas al pairo muchas barcas de pesca; seguimos paralelos a la vía del tren hasta el puerto, dejando atrás, a derecha e izquierda de la “banda del río”, el garaje Hispano, la antiquísima Capilla de la Alameda, que ahora era un taller de recauchutados, la pensión Levante, la pensión Sánchez que en la calle tenía un letrero que según se pasaba se leía y ocultaba en las tablillas el mensaje “Pensión Sánchez, servicio de duchas, agua fría y caliente”, Casa Arturo, Hotel Anglo-Hispano, Hotel Término, el edificio de Gaggero en el que estaba el Juzgado, el Hotel Madrid…
Llegamos a la acera de La Marina; allí estaban “Los Chocleros” tocando el banyo, laúd y guitarra y pasando el platillo, estaba el Hotel Marina Victoria, el Colón, la barbería de Gaona con el quicio de la puerta pintado a rayas inclinadas de seis u cocho centímetros en blanco, celeste y rojo, como todas las barberías. Gaona fue el primero que compró carrillos de mano con las ruedas hinchables para alquilárselos a los “mozos de número”, porque el Ayuntamiento prohibió los de ruedas metálicas que hacían tanto ruido en los adoquines y calles empedradas y rompían las aceras.
Pasamos entre el Hotel Colón y la Pescadería, frente, en el rincón estaba el Patio del Cristo. Antes de llegar al Mercado Ingeniero Torroja nos encontrábamos Efectos Navales de Tito Buades; en el recinto del zoco, el estanco de “El jorobado” que despachaba, conforme se entraba, a todos los clientes a la vez sin dejar de hablar y llevando en la memoria la cuenta de cada uno; locales donde se zurcían los sacos de yute para el acarreo de los productos del campo, el Banco Hispano Americano, el bar de Bohórquez con sus grandes espejos murales, Olivé el plomero que hacía faroles de hojalata para los barcos de pesca, Doña Dolores la partera y Rovira, su marido; el rincón donde vivía el Chato Huerta, una pensión, el bar Los Rosales, la framacia de La Palma, etc.
Íbamos a coger por la calle Tarifa, en la que estaban la cordelería, el restaurante Cerezo, cerca el Gobierno Militar, la tienda de “Donisá” (Don Isaac), el bar La Puerta del Sol (o Los Gallegos), droguería Viuda de Ángel Trelles López y donde vivía “El velero”, de quien se decía que fue el que confeccionó, o tuvo algo importante que ver, con el velamen del Juan Sebastián Elcano. Ya estábamos en la calle Moret, donde también estaba Palomino Vergara en la que los “camalos” del puerto (los descargadores) se tomaban la “media limeta” (botella de 375 cc) y el huevo duro para paliar los arduos trabajos del muelle; frente a Trelles el portal de Coterillo, con los escalones de una sola pieza de piedra y los estucos que aún hoy perduran; el edificio remata con un torreón alicatado en el que estaba el estanco; en el edificio había una bodega y la tienda de ropa de Lima.
Seguimos por la calle Tarifa, y en ella estaban el taller de electricidad San Martín, Muebles Molina, el patio, la posada, la tienda de comestibles La Oficina, hasta el parador San Antonio y la esquina de la alpargatería Ordóñez, ya en la calle Alameda o Cayetano del Toro. En el carrillo compramos bolitas de coco, “chinguas” y “liquirbá”, pero lo que nos guataban más eran las barritas de zara.

Ramón de Valladares y Saavedra

Autor: Antonio Haro Camacho
Ramón de Valladares y Saavedra nació en Algeciras el 11 de septiembre de 1824. Abogado, catedrático de literatura en la Academia Real, periodista, escritor, dramaturgo y funcionario de la administración, ocupó el cargo de Cónsul General de España en lugares como Nápoles, Marsella, Roma, París, Amberes,… Falleció, ya jubilado, en Génova en octubre de 1901.
Dirigió la publicación “El siglo XIX” y colaboró en otras muchas.
Como escritor, además de traducir más de 60 obras francesas, fue narrador, ensayista, dramaturgo y autor de comedias y juguetes cómicos, además de autor de una zarzuela. Algunas de sus obras las realizó en colaboración con otros autores y otras de manera individual.
Autor muy prolífico, entre sus obras podemos destacar los dramas La Reina Sibila (1845), Los Hijos sin madres (1845), Juan el cochero (1853), Don Rafael de Riego (1854), Juicio de Dios (1857), etc.; comedias y juguetes cómicos como Está en duda (1845), El pacto sangriento (1848), Una cabeza de Ministro (1848), La obra de Quevedo (1853), La piel del diablo (1855), Lo que falta a mi mujer (1856), Un viaje alrededor de mi marido (1857), Astucias estudiantiles (1857), Un cambio de pasaporte (1875), La sopa está en la mesa (1882), etc.; estudios como Catecismo histórico y dogmático, Sobre la proscripción de la pena de muerte por delitos políticos, etc., y la zarzuela El alma en pena (1849).
También escribió, para los alumnos de la Academia Real, el manual Nociones de la historia del teatro, desde su nacimiento hasta nuestros días, precedida de algunos principios de poética, literatura dramática, música y declamación, publicada en 1848.    
En internet, en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico, del Ministerio de Cultura, se pueden descargar y leer muchas de sus obras. De esa página procede la portada de su obra que ilustra este artículo.

"Mi Tienda", un histórico comercio algecireño

Autora: Carmen Feijoó Muñoz
De todos los comercios antiguos de Algeciras, el único que permanece actualmente es la mercería “Mi Tienda”, situada en la esquina del callejón San Juan con la calle Cristóbal Colón. Antes de ser mercería fue un local donde se hacían zapatos.
Se inauguró “Mi Tienda” como mercería y paquetería en 1913, hace ya un siglo, y por ella han pasado diferentes regímenes políticos. Monarquía, república, Dictadura y la actual Democracia.
El local se conserva tal y como era cuando se abrió. Por cierto, el mostrador lo hizo mi bisabuelo.
La caja registradora es también la original. Las estanterías, las lámparas y las ventanas de los escaparates, todo está como cuando se abrió al público este establecimiento.
Allí se podía, y se puede, seguir encontrando de todo, desde bastidores, hilos, lanas, abanicos, castañuelas, etc.
Este edificio estaba junto a otro en el que había un bar que era muy conocido y que se llamaba “La verdad” y había un dicho popular que decía: ¿Cuál es la mentira que está más cerca de la verdad? (La respuesta, lógicamente, era “mi tienda”).
Al principio había cuatro dependientes, y allá por los años cuarenta, en época de navidad, se vendían muchos juguetes de la marca “Payá”, fabricados en lata, y también las muñecas “Cayetanas”, que eran articuladas y abrían y cerraban los ojos, pero eran muy caras.
“Mi Tienda”, y la de todos ustedes, es un lugar entrañable, pues mantiene intacta su antigüedad, y tiene el encanto de hacernos recordar; hoy en día la podemos ver tal y como la vieron nuestros padres, abuelos, e incluso, bisabuelos.

José Enrique Serrano Morales

Autores: Antonio Haro y Roberto Godino
En su obra “Algeciras y yo”, publicada en 1999, en la página 53, el recordado Cronista Oficial de Algeciras D. Cristóbal Delgado Gómez (1926-2006) nos hacía referencia a un ilustre algecireño, D. José Enrique Serrano Morales.
A partir de este dato, y después de numerosas investigaciones y consultas, hemos podido realizar una biografía de este personaje.
Nació José Enrique Serrano Morales en Algeciras en 1851. Valenciano de adopción, ya que su padre fue destinado a la Audiencia territorial de esa ciudad cuando José Enrique tenía 5 años. La familia paterna de Serrano Morales procedía de Ledaña (Cuenca), lugar en el que la familia tenía propiedades. Se casó con una valenciana y en esa ciudad vivió hasta su muerte, en la calle Corona.
Palacio de Cervelló
Estudió Serrano la carrera de Derecho en la Universidad de Valencia y ocupó diversos cargos: Diputado en el Congreso en 1891 y 1896 por el distrito de Motilla de Palancar (Cuenca), Delegado Regio de primera enseñanza en Valencia en varias ocasiones, miembro de la Academia de San Carlos, académico correspondientes de la Real Academia Española, de la Real de la Historia y de la Real de Buenas Letras de Sevilla, siéndole concedida la Gran Cruz de Alfonso XII, a petición de su amigo Marcelino Menéndez y Pelayo.
José Enrique Serrano Morales consagró su vida a la bibliografía y al estudio de publicaciones y manuscritos, terreno este en el que se consideró un gran erudito, reuniendo una colección de varios miles de publicaciones antiguas y manuscritos de un gran valor histórico y económico. Publicó en 1898 su principal obra “Reseña histórica en forma de Diccionario de las imprentas que han existido en Valencia desde la introducción del arte tipográfico en España hasta el año 1868”.
Biblioteca Serrano Morales
Tenía en Valencia un gran protagonismo en la vida cultural, política y social, participando regularmente en una tertulia con el Sr. Obispo, el Rector de la Universidad y las principales personalidades de la ciudad.
Su muerte, que se produjo repentinamente por un ataque al corazón en febrero de 1908, supuso una gran conmoción en Valencia, que se evidenció en la gran manifestación de dolor tanto a nivel institucional como popular.
En su testamento, José Enrique Serrano, donó su biblioteca de más de 15000 volúmenes a la ciudad de Valencia, encontrándose en la colección documentos inéditos y manuscritos relacionados con la historia regional y local de Valencia.
Actualmente, la Biblioteca Serrano Morales se encuentra en el Palacio de Cervelló de la capital valenciana; así mismo tiene rotulada una calle “Carrer Serrano Morales” en la zona céntrica de la capital y da su nombre a un Centro de Educación de Adultos de Valencia.  
La imagen de la Biblioteca procede de Wikipedia y está liberada al dominio público.

"El Casino de Algeciras", obra de Joaquín Turina


Joaquín Turina Pérez (Sevilla, 9 de diciembre de 1882 – Madrid, 14 de enero de 1949), el célebre músico sevillano compuso una obra inspirada en nuestra ciudad titulada “El Casino de Algeciras”. Esta suite para piano forma parte de la obra “Álbum de viaje”, que se estrenó en un concierto organizado por la Sociedad Nacional de Música, interpretado por el propio Turina, en el Salón del Ritz el día 9 de mayo de 1916.
El origen de esta obra fue un viaje que realizó Turina, junto a Manuel de Falla y la amiga de ambos, la escritora María de la O Lejárraga (escritora más conocida como María Martínez Sierra, ya que utilizaba los apellidos de su marido). Durante ese pequeño viaje, entre el 12 y 16 de abril de 1915, visitaron nuestra ciudad, Gibraltar y el norte de Marruecos, especialmente Tánger.
La obra “Álbum de viaje” consta de cinco tiempos titulados: Retrato, El Casino de Algeciras, Gibraltar, Paseo nocturno y Fiesta en Tánger.

Falla, María Lejárraga y Turina
En Algeciras estuvieron dos días, en los que se dedicaron a “pasear por la orilla del mar y a comer langostinos que compraban por una peseta en los freidores”. En aquellos dos días visitaron el Casino, que describen como “una construcción de madera, menos que modesta, en la que tocaba una "numerosa orquesta" compuesta por un violinista y un pianista”. En ese lugar interpretaban valses, que según los viajeros “estaban ya pasados de moda”. Fue ese lugar y en ese ambiente los que inspiraron a Turina a componer la obra “El Casino de Algeciras”.
De estos datos podemos deducir que el casino al que se refiere la obra y su título fue el edificio Kursaal, palafito de madera situado en la playa del Chorruelo, que en aquella época era un local dedicado al juego, a bailes, interpretaciones musicales y proyecciones cinematográficas.
Podemos escuchar “El Casino de Algeciras” en el siguiente enlace con Youtube.  

José Primo de Rivera y Ortiz de Pinedo

Autora: María García Galván

Sirvan estas líneas para recordar y enaltecer la figura de otro ilustre algecireño.

José Primo de Rivera nació en nuestra querida ciudad el 28 de Abril de 1777 y era hijo de Joaquín Primo de Rivera, gobernador de Maracaibo.

Se casó con Ana María, hija del virrey Rafael de Sobremonte y tuvieron tres hijos: Rafael, Fernando y Miguel, (que fue padre de Miguel Primo de Rivera y abuelo de José Antonio Primo de Rivera).

Fue un destacado marino español y tuvo a lo largo de su vida una brillante carrera militar. Cuando su padre estuvo destinado en América, entró de cadete en el regimiento de Maracaibo en el año 1789. Posteriormente, en el año 1792 regresó a Cádiz y comenzó así una vertiginosa carrera.

Navegó en diferentes e importantes navíos por todo el mundo y en el año 1802 ascendió a alférez de navío. En el año 1804, ascendió a teniente de fragata, cuando se declaró la guerra con Reino Unido. En 1805 fue de nuevo ascendido a teniente de navío. Estuvo de ayudante del general Álava, que era el nuevo ministro del consejo del Almirantazgo, siendo su presidente Manuel Godoy.

Durante la Guerra de la Independencia se sumó al alzamiento contra Napoleón.

Además de ser un excelente marino, demostró sus buenas dotes para combatir, tanto en tierra como en el mar.

Supo manejar baterías y posiciones e iba allí donde le necesitaban.

El general Palafox, le ascendió a teniente coronel del ejército y después a capitán de fragata. Por su buena labor, le entregaron las cruces de primer Sitio y la de San Fernando de 1ª Clase. En 1811 llevó a cabo el bloqueo de Buenos Aires y se le concedió la cruz de Marina Laureada. Igualmente realizó importantes servicios hidrográficos levantando cartas y planos de costas, islas y puertos situados en el Golfo de Maracaibo y Escudo de Veragua.

Por culpa del clima y combates, enfermó y dejó de navegar. No obstante y estando convaleciente en  Buenos Aires, desempeñó multitud de servicios.

Este apasionante personaje, no era liberal y era contrario a las invasiones extranjeras. También llevó a cabo una brillante defensa contra el bando Carlista en apoyo de la Reina y nuevamente fue ascendido.

En 1837 fue elegido diputado por Cádiz. También senador y ministro de Marina. En el año 1848, se le nombra Capitán General del Departamento de Cádiz, pero por motivos de salud tomó posesión mucho tiempo después. A pesar de su avanzada edad, vuelve a ocupar el cargo de Senador en Madrid.

Al cerrar las Cortes y no teniendo nada que hacer, regresó a Sevilla, después de obtener innumerables cruces y condecoraciones, por todos los servicios prestados.

Murió en Sevilla el 25 de Julio de 1853, a la edad de 76 años.   

José Primo de Rivera, el algecireño del que hemos tratado en este artículo, fue el abuelo de Miguel Primo de Rivera y, por tanto, bisabuelo de José Antonio Primo de Rivera

Federico Laviña y Laviña

Autor: Antonio Haro Camacho
Federico Laviña Laviña, ingeniero de montes y político liberal, nació en Algeciras el 13 de octubre de 1852. Sus padres fueron José María Laviña Prat y Leocadia Laviña Laviña.
Su padre, militar de profesión, llegó al grado Teniente General, ocupando los cargos de Comandante General del Campo de Gibraltar y Capitán General en las regiones de Castilla la Vieja, Extremadura y Aragón, siendo Senador vitalicio desde 1864. Precisamente Federico Laviña nació en Algeciras mientras su padre era el Comandante General del Campo de Gibraltar, cargo que ocupó desde el 10 de mayo de 1852 al 24 de septiembre de 1853.
Federico Laviña contrajo matrimonio con Elisa Beránger Carrera, con la que tuvo 11 hijos: Milagros, Margarita, Elisa, José María, Luis, María Teresa, Fernando, Leocadia, Javier, Enrique Carlos y María Mercedes.
Durante su vida profesional y política ocupó los siguientes cargos:
Fue elegido Diputado del Congreso, siempre por la circunscripción de Cádiz y distrito del Puerto de Santa María, en las elecciones celebradas en los años 1886, 1893, 1898, 1899, 1901, 1905, 1907 y 1910. Esta relación hizo que tuviese una calle rotulada con su nombre en el Puerto de Santa María, la actualmente llamada Cielos. También tuvo una especial vinculación con la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia de esta población gaditana.
Director General de Establecimientos Penales (1890), Director General de Hacienda del Ministerio de Ultramar (1897), Director General de Correos y Telégrafos (1901 y 1905), Vocal de la Junta de Montes (1907 y 1913), Subsecretario del Ministerio de Hacienda (1909), Miembro de la Junta Nacional para la Conmemoración del Centenario del Sitio, las Cortes y la Constitución de 1812 (1910), Vocal de la Junta Consultiva de Seguros (1910), Presidente del Instituto de Ingeniería de España (1913-1914), Director de la Escuela Especial de Ingenieros de Montes (1914), Presidente de la Asociación de Ingenieros de Montes (1915), Inspector General del Cuerpo de Ingenieros de Montes y Presidente del Consejo Forestal (1919).
Fue condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica (1890) y del Cristo de Portugal.
Falleció en Madrid el 7 de diciembre de 1932.

La segunda imagen que ilustra este artículo procede de la página geneall.net.

Cementerio viejo de Algeciras


Autoras: Carmen Perea, Elena Durán, Elvira Guerrero y Carmen Feijoó

Está situado junto a la playa Los Ladrillos. Una placa de mármol situada en la parte superior de la puerta dice:

SE CONSTRUYÓ A EXPENSAS DEL PUEBLO EN EL AÑO 1848 SIENDO ALCALDE D.ANTONIO BLANCO Y FRANCÁS

 
Este cementerio fue bendecido e inaugurado el 22 de Septiembre de 1849. Constaba de cuatro amplios patios; en el Central y en el de La Virgen de la Palma, se levantan lujosos mausoleos y la Capilla. En el año 1885, se edificó una estancia que servía para depósito y autopsias, el cual hace años que dejó de usarse. En 1891, el Ayuntamiento adquirió unos terrenos anexos, que destinó a cementerio de disidentes; en 1944 se segregó la mitad de este y aislado del civil y en comunicación con el católico se destinó a enterramientos de caídos de la Guerra Civil Española entre 1936 a 1939, y “allí descansan nuestros héroes, protegidos por los amantes brazos de la cruz”.

Los restos que quedaron en el antiguo cementerio, fueron exhumados en 1863 y trasladados a este camposanto, depositándolos en una gran fosa, detrás de la Capilla, según un monolito, que en una lápida de mármol, detrás de esta dice:

R.I.P.A.

EN EL AÑO 1862 SIENDO PRESIDENTE DEL ILUSTRE AYUNTAMIENTO DE ESTA CIUDAD DE ALGECIRAS EL Sº. D. MANUEL JULIÁ Y JIMÉNEZ, FUERON TRASLADADOS A ESTA FOSA CON LAS SOLEMNIDADES PREVENIDAS EN EL PONTIFICIAL ROMANO LOS RESTOS MORTALES QUE EXISTÍAN EN EL ANTIGUO CEMENTERIO; Y EN 1894, SE RESTAURÓ ESTE SAGRADO DEPÓSITO Y SE ERIGIÓ EL PRESENTE MONUMENTO SIENDO PRESIDENTE DEL MUNICIPIO EL Sº D. JOSÉ SANTACANA Y MENSAYAS.

 

La capilla no se terminó hasta el 20 de Marzo de 1874, y fue bendecida por el Iltmo. Sr. Obispo de Cádiz Fray Félix de Arriete y Llanos en honor de Jesucristo Crucificado. Esta imagen fue donada por el Sr. Obispo con la condición de que tendría que permanecer constantemente en aquel altar, y si por cualquier causa dejara de estar allí colocada, era su expresa voluntad que se hiciera cargo de ella el párroco para colocarla en la Iglesia de la Palma. Esta imagen en 1950, se trasladó a la Capilla de Europa, y fue colocada en el lateral de un muro, en la calle. Este Cristo crucificado fue bautizado con el nombre de Cristo de las Flores, pues siempre estaba adornada con gran cantidad de ellas. Cuando se hicieron reformas en la capilla fue trasladado al interior de la misma.

En el cementerio viejo reposan los restos mortales de D. Antonio Blanco y Francás, que fue el alcalde que lo construyó y que murió en el año de su inauguración. Por esta razón, su placa está situada a la entrada del cementerio y colocada por el Ayuntamiento, concediéndole la sepultura a perpetuidad.

Es curioso que fuera este alcalde el que lo mandó construir y que muriera cuando iba a inaugurarse.

El cementerio tiene una superficie de 17.660 m2, y cuenta con 10 patios, en los cuales hay 10.176 nichos, 687 párvulos, 2.485 osarios, 62 panteones y 456 fosas.

Antes se podía disponer de un nicho en alquiler durante 5 años, pero después se aumentó a 10 años.

En este cementerio se encuentra la tumba de la joven de 20 años, Leonor González Gil, que murió apuñalada por mediar en una pelea entre su hermano y un amigo de éste. La lápida está esculpida por Euclides Rendón en una tumba donde la figura de un ángel llora sobre la joven yacente. Su epitafio es muy sencillo, sólo figura:


Leonor González Gil
11 de Marzo de 1920
Recuerdo de su madre y hermano

 También es conocido el nicho de Antonio Mena Vicario, más conocido como “el Santito” o “el Soldado”; según cuentan, un joven se le apareció a una mujer que estaba limpiando una tumba y este le pidió a la joven que por favor limpiara una tumba que había cerca y que estaba muy abandonada. La joven se dirigió a la lápida y al acercarse vio una fotografía, se dio la vuelta   asombrada al comprobar que el joven era el mismo que el de la foto. Desde entonces son muchos los algecireños que se acercan a su sepultura para pedirle favores, y su nicho siempre está lleno de flores, velas y de exvotos.

Otras leyendas como la del niño milagroso, enterrado muy cerca de Antonio corren por el camposanto.

El monumento de la familia Santacana (sin fecha), es el exponente más representativo del neogótico en el cementerio de Algeciras, entrelazando sabiamente en el pináculo los motivos ornamentales y fúnebres.

En el caso de la familia Navarrete, el monumento preside un amplio espacio con planta de cruz griega en la que se reparten numerosas tumbas de la familia (la más antigua de 1882). Son muy significativas las rejas que acotan este recinto, donde se repiten relojes de arena forjados.

El monumento de la familia Cumbres (1902), simboliza la velación del cadáver antes de sepultarlo, así un sencillo túmulo de piedra ha sido rodeado por una verja en la que los cuatro balaústres de las esquinas se han transformado en los candelabros que alumbran el velatorio.

En el camposanto algecireño pueden encontrarse inscripciones antiguas y modernas que dejan huellas de la memoria de los difuntos sobre la historia de la ciudad, como la del pintor Ramón Puyol, en cuyo epitafio puede leerse una larga sucesión de poesías, de donde se sacan fragmentos como “la muerte no existe....es sólo el último peldaño de la escalera de la vida”, o “yo personalmente he resucitado y, paradójicamente frente al cementerio”.

De gran belleza y poesía es también el epitafio de Antonio Sánchez Pecino, padre del guitarrista Paco de Lucía, en cuyo sepulcro puede leerse: “También nos condena a muerte, cuando Dios nos da la vida”, letra de un fandango que el propio Antonio Sánchez escribió y que se elevó en la sublime voz de Camarón de la Isla.

María Luisa Larios Fernández de Villavicencio


Autor: Antonio Haro Camacho
Hija de María Josefa Fernández de Villavicencio y Crooke (I Marquesa de Marzales) y de Pablo Larios y Sánchez de Piña, Marqueses de Marzales, María Luisa nació en Algeciras.
Obtuvo la medalla de la Cruz del Mérito Militar obtenida en el Hospital de Sangre de Brunete (B.O.E. del 13 de diciembre de 1937), concedida por su elevado espíritu y caridad hacia sus heridos y enfermos que la impulsó, junto a su compañera y hermana María Isabel, a no abandonarlos y por ello fueron hechas prisioneras.
Recordemos un poco de historia, consultando lo que publicaba la revista Blanco y Negro el 4 de julio de 1959:
“Julio de 1937, las Brigadas Internacionales, mandadas por Lister y el Campesino presionaron el frente de Brunete. Los defensores del pueblo resisten el formidable ataque, y en el Hospital de Sangre de primera línea, dependiente de la Jefatura Nacional de “Enfermeras y lavaderos” de la Sección Femenina, dos muchachas muy jóvenes, Marilú y Maribel Larios y Fernández de Villavicencio, hijas de los Marqueses de Marzales de Algeciras, permanecen en sus puestos negándose a ser evacuadas… Brunete termina por caer en manos del enemigo al filo de la madrugada. Las dos enfermeras son apresadas… sin darles el trato de prisioneras de guerra y tener en cuenta su condición de mujeres dedicadas al sagrado oficio de curar, son conducidas a pie y bajo un sol terrible, con los soldados apresados, desde Brunete a Torrelodones, donde el propio Lister, que se dice paisano suyo como natural de San Roque, las somete a un interrogatorio. Al anochecer de aquel mismo día, extenuadas por el cansancio, son enviadas en coche al Canto del Pico, cuartel general de Miaja, donde de nuevo se les interroga, ordenando que sean conducidas en Madrid. Es este un momento sumamente peligroso para las muchachas. Los que van a llevarlas a la capital deciden darles muerte en el camino. Un oficial de la escolta de Miaja interviene a su favor, y son llevadas aquella misma noche a la cárcel de Valencia, donde permanecen incomunicadas por espacio de diecinueve días. Ambas son tratadas como presas comunes, nunca como prisioneras de guerra; pero mientras Maribel permanece encerrada con dos asesinas, Marilú es sacada de la cárcel a medianoche diciéndosele que la van a fusilar. En realidad la traen a Madrid para que hable por la radio y diga al mundo que recibe un trato de favor. A su regreso a Valencia se levanta la incomunicación a las dos hermanas y son llevadas a la prisión de Alacua, que funcionaba muy bien y que los rojos enseñaban, como parte de su propaganda, a la Prensa extranjera. El cónsul de Inglaterra en Valencia se ocupa de ellas, y las muchachas son canjeadas al cabo de tres meses. Marilú y Maribel Larios son de una familia de Algeciras cuyas mujeres hicieron mucho por España…”  
Después de ser liberadas, las hermanas Larios, siguieron prestando servicios como enfermeras voluntarias en el Hospital de Villaviciosa de Odón.
Posteriormente formó parte del primer contingente de enfermeras de la División Azul, prestando servicios en los hospitales de Porchow y Vilma, regresando con el resto de enfermeras a Madrid y posteriormente, el 28 de julio de 1942, a Algeciras. Obtuvo la medalla de Plata Individual concedida por la Junta permanente de Recompensas el 15 de octubre de 1943.
María Luisa Larios contrajo matrimonio en febrero de 1954, en la Capilla del Asilo de San José de Algeciras, con Luis de Peralta España, con el que tendría dos hijas, María de Lourdes y Beatriz.
María Luisa Larios y Fernández de Villavicencio falleció en Málaga el 31 de agosto de 1997.

El Señor Juan


Autora: María García Galván
Voy a recordar con este escrito a una persona sencilla pero que me traslada a la mitad de los años cincuenta del pasado siglo.

Empezaré situándome en la calle Tarifa, o Eduardo Dato, de nuestra ciudad de Algeciras.
Esta calle era una zona comercial e industrial, que comenzaba en el Mercado Ingeniero Torroja y terminaba en la plaza Juan de Lima, que es como está en la actualidad.

Por las mañanas muy temprano se escuchaban pasar a través de ella los carros cargados de mercancías que iban al mercado de abastos.

Aproximadamente por el número 7 de dicha calle, había un patio en el cual vivían numerosas familias, y en ese mismo patio, había una puerta que daba a la mencionada calle. Pues bien, en esa pequeña casita habitaba un señor que se llamaba Juan.

Todas las mañanas, a eso de las 5, más o menos,  abría la puerta de su casa y recibía a los trabajadores que iban a Gibraltar a tomar el barco, así como comerciantes, marinos, etc.

El Sr. Juan, a esa hora tan temprana, ya estaba dispuesto a servir a todo el que por allí pasaba con la mejor de sus sonrisas y ya tenía preparado en una gran cafetera unas hierbas que él mismo fabricaba y que nadie sabía las mezclas que hacía.

Decían los vecinos que él iba personalmente al campo a coger todos los ingredientes que le hacía falta para su negocio.

También se comentaba, entre los vecinos, que tenía contactos con seres espirituales.

Lo cierto es que dentro de su sencillez y buen hacer en el día a día de esta persona me ha hecho escribir estas líneas.

Desde la calle Real a la calle Convento


Autor: José Cortés Señor
Comienzo mi visita en la calle Real (Cánovas del Castillo), junto al mercado de abastos. Subiendo la calle, en el margen derecho, lo primero que recuerdo es la tienda de ultramarinos de Antonio Oriente, en la que trabajaba el que fue jugador del Algeciras, Paco León; a continuación, un pequeño taller de reparación de calzados y el viejo Banco de Bilbao. Pasamos la calle Ojo del Muelle y continuamos subiendo, encontrándonos la peluquería del padre de Guillermo y Raimundo; un poco más arriba había una tienda de calzados y, mirando a la acera de enfrente, había un portal en el que bajando un par de escalones se entraba en un patio con viviendas a ambos lados y al frente se encontraba una escalera en la que a la mitad salía un ramal a la derecha y otro a la izquierda que conducían a otras viviendas; este patio tenía varias columnas a su alrededor.
Seguimos subiendo la calle Real y a la derecha nos encontramos con la panadería de Río y a la izquierda el chaflán con la calle Sacramento (Rafael de Muro), en el que se encontraba la freiduría “Los Gallegos”. Cruzando estaba el taller de mármol de Manolo Salvo, y unos pasos más adelante la zapatería Ideal. Cruzo la calle Bailén y teníamos la mercería Ramírez y enfrente, en la otra esquina, Fillol. Mirando al frente estaba el bar Moya y al lado ultramarinos Paco López; volviendo a la acera de Fillol, y pasando Correos, haciendo esquina con la Plaza Alta se encontraba Tejidos La Africana; cruzamos a la Capilla de Europa, enfrente, teníamos el bar La Taurina, y en la esquina de la actual General Óptica, se encontraba la imprenta-papelería-estanco José Roldán; a continuación había una barbería y más adelante la Policía; en la esquina estaba el bar La Cigüeña.
Ahora cruzamos a la esquina del Casino de Algeciras y entramos en la calle Convento (Alfonso XI); a la derecha, pasando el Casino estaba Tejidos Medina y en la otra esquina la confitería Mercedes, anteriormente El Buen Gusto. Más allá de Tejidos Medina estaba la confitería La Campana, seguida de la imprenta-papelería Bazo y después, en el antiguo edificio del Convento de la Merced, la Cárcel y en la parte superior el Juzgado. Frente teníamos el antiguo Café Coruña y la tienda de ultramarinos de Pepe Ocala. Pasamos el edificio del Ayuntamiento y estaba la Casa de los Muñecos; siguiendo la calle Convento nos encontrábamos a la izquierda el Hospital Militar y al final, a la derecha, el Cuartel de Infantería

Vivencias de Algeciras (Primera parte)


Autor: Martín Ángel Montoya Sánchez

Corría allá por los años 1947, 48,… teníamos once o doce años. Era una mañana espléndida, de primavera, después de las abundantes aguas del invierno, pues Algeciras disfrutaba de una generosa pluviometría; nuestro río Pícaro, de corto recorrido, bajaba lleno y el río de la Miel, despeñado por los acantilados de La Chorrera, pasando bajo el puente del ferrocarril de Pajarete, se ensanchaba aquí, por La Junquera, desbordando “la toma”, que regaba las huertas e inundando los llanos a su paso, tomando el nombre de Río Ancho.

Mis amigos y yo vivíamos en la confluencia de la calle Andalucía, Polígono del Tiro y Los Arcos. Íbamos en ropas domingueras, no podíamos pasar bajo los Arcos ni cruzar la vía por el paso a nivel (tenía una advertencia, en aspa, sobre un riel hincado en el suelo, que decía “Ojo al tren-Paso sin guarda”, y nosotros leíamos “Paso sin tren-Ojo al guarda”). Imposible cruzar el barrizal de la Perlita ni vadear las aguas del río hacia la Bajadilla. Nos volvimos a la altura de la Corchera Armstrong y los depósitos de carbón de la Renfe, a uno y otro lado de la vía.

Aún no estaba “El Tropezón”, que en principio fue un anafe de churrería, atado con cadenas al poste de la luz, del que colgaba una bombilla; era un chozo improvisado de cañas y unos trozos de toldo , para guarecerse del viento, del agua y del relente; coñac y aguardiente para los trabajadores de Gibraltar que tomaban los barquitos Aline o Margarita, de madrugada; el fuego ardía con “carboncilla”, y Manolo, con el paso del tiempo, fue edificando en mampostería el bar y su vivienda, a escondidas y con la vista gorda de los municipales.


También estaba una bodega de Álvarez de Lara, que luego fue la carbonería del “Sordo Macho” (Domínguez), que era el romanero de la serranía; detrás, un depósito de corcho con grandes estibas como casas de tejas, que lindaba con las pilas de carbón y briquetas, barracones del tren, talleres, vías muertas, máquinas, materiales y servicios de Renfe.


En nuestro recorrido decidimos subir por la cuesta de “Pastillita” (actual calle Andalucía”; nuestra Escuela estaba en la calle Galicia, que daba al río por otras pasaderas que había que saltar de piedra en piedra. Frente la cerca de las vacas de “El Serranito”, el campo que sembraba de trigo y cebollas a la vera del regajillo de “El Tropezón”; arriba la era y un llano donde se ponían las redes para cazar jilgueros y trampas para zordillas, verdones, algún que otro zorzal; también el depósito de corcho donde hoy está la cárcel vieja, que una vez salió ardiendo, y frente, atravesando la carretera, la Corchera, en la que hacían los fardos con flejes para mandarlos al extranjero; recuerdo que era muy peligroso el corte del corcho con las sierras circulares.

Salvador Guerrero, “Pastillita”, era un señor grueso, con su tienda a la mitad de la cuesta, que vendía de todo. Atravesando la carretera está la calle Eladio Infante, donde había varios patios de vecinos; recuerdo que una vecina, demente, se sentaba en una silla sobre la acera, balanceándose de manera incansable, con los brazos cruzados, y a nosotros nos daba un poco de miedo y mucha lástima. Frente estaba la Aserradora Gaditana, antes de llegar a la escuela de Cuatro Vientos de la Villa Vieja y otra fábrica de pescado, donde las trabajadoras preparaban el pescado en cajas con hielo y helechos para remitirla a sus destinos. Podíamos pasar por el Callejón de la Vieja o seguir por detrás del Hotel Cristina, para bajar por el Patio del Coral, o seguir la carretera del Cristina, donde estaba la finca de “El Águila” y Hotel cristina adelante, el cuartel de la Guardia Civil de Las Barcas, Villa Smith y bajar al puerto; también podíamos haber seguido y bajar por la playa de Las barcas, desde donde se alcanzaba la “Piedra Morena” a nado…

Decidimos no cruzar la carretera, bajando por la cuesta del “Hormiguero”, donde estaba la panadería de Lucrecio, la escuela de Don Roque, el estanco y el bar “El Hormiguero”; en este bar se echaban las partidas de mus y se hablaba de las cacerías con trampas, de aguaderos y del paso, con grandes redes para las migratorias que pasaban el Estrecho. Frente a Lucrecio, en el patio del fondo, vivía la familia Martín, saga de fotógrafos que perpetuaban su nombre en el devenir del pueblo. Detrás del hormiguero había una fábrica de gaseosas.

Recuerdo que desde la Corchera, sus chimeneas exhalaban una gruesa nube de vapor porque estaban cociendo el corcho, y un manto de polvo negro que caía al suelo y que cuando hacía viento empolvaba la ropa y entraba molesto por la nariz y la boca.

Aquel día era espléndido, el río de la Miel, como ya he comentado, venía lleno y desbordado, con el nivel casi hasta las vías de la Estación por izquierda y hasta lo de las uralitas y materiales de construcción de Rafael Puya por la derecha. En esta parte del río, se decía que en tiempos árabes era una playita de aguas salobres riberadas por juncos y flores donde las “moritas” de la Villa Vieja venían de noche a bañarse, despojándose de las gasas de sus vestiduras, seguramente difuminada en la memoria las odas y leyendas cantadas por el poeta árabe Ibn-Abi Ruh y muchos otros de la época.

Los pretiles de mampostería del puente “Matadero” estaban rematados por gruesos bloques de piedra arenisca con las heridas y huellas profundas de amolar herramientas; cuchillos de varios usos que se hacían artesanalmente de los trozos de las sierras circulares de cortar el corcho y facas para el despiece de carnes y grandes pescado. Este modo artesanal de amolar fue antes de que Jácome, el gallego, estableciera su taller de vaciado y afilado con motores eléctricos en el Callejón del Muro, donde estaba también el cuartelillo de “Los Tabacaleros”, bueno, pero eso es otra historia.
Continuamos, pasando por delante del Cuartel de Transeúntes, paralelo a la vía, por la que circulaba una máquina de maniobras que conducía los vagones del “pescadero” a la lonja, que salía después de concluir las subastas.

Cruzamos el Puente de la Conferencia y…

(Continuará)
Varias de las imágenes que ilustran este artículo proceden de la dirección sites.google.com/site/histalgimagenes/, denominada “Historia de Algeciras en Imágenes”. Otras proceden de la página algecirasayer.es. A ambas páginas, se puede acceder desde un enlace de este blog.