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El patio Conti


Autora: Carmen Feijoó Muñoz
Yo nací en un patio de vecinos, de esos que ya hace mucho tiempo están desapareciendo. Era el patio Conti, en la calle Eladio Infante, en la Villa Vieja en Algeciras, y en el que vivían 43 familias.

Este patio era muy grande y tenía tres entradas, la principal y la más grande daba a la calle que ya he citado, y a cada lado de la entrada tenía dos pivotes redondos de piedra encalada. Al frente de la  entrada estaban los grifos, que creo recordar eran cuatro, que salían de una pared decorada con azulejos, en los que las vecinas recogían con sus cubos y cántaros el agua. A un lado de los grifos había unas pilas con sus lavaderas donde lavaban por turno las mujeres.

Sólo se disponía de cuatro aseos para todos los vecinos, pero estos no eran como los de ahora, eran unos cuartitos pequeños con un agujero en el suelo donde se vaciaban las “aguas menores y mayores”, ya que las necesidades fisiológicas se hacían en casa, bien en las escupideras o en los cubos de cinc. Las aguas de fregar y demás se vaciaban en los cañillos.
Para el lavado personal tampoco teníamos muchas comodidades, sólo la conocida palangana y el manguillo, y el baño de cinc, que cuando hacia sol se llenaba de agua y se ponía en medio del patio para que se calentara con el sol, y en el que a veces nos bañábamos en el mismo agua dos o tres chiquillos.

Nosotros vivíamos en el número 2 entrando por la puerta principal, y era una casa muy pequeña que  compartíamos con mis abuelos maternos y mis tíos, en fin que estábamos muy “achuchaos”, al igual que el resto de los vecinos que también eran muchos de familia.
En mi casa sólo había dos ventanas, una en la cocina y la otra en la última alcoba, pero estaba tan alta  que yo que era muy chiquitilla, sólo veía el cielo.

Me acuerdo de que en invierno venía todos los días un hombre vendiendo cisco para los braseros.
También recuerdo una pequeña Virgen, metida en una capillita de madera, que se iba alternando de casa  en casa, para que todos los vecinos pudieran disfrutar de ella.

Tengo recuerdos de algunos de los vecinos, no de todos pues ha pasado ya mucho tiempo. Estaba Rafael Calvente, que vendía carbón por las calles ayudado por su burro, a Isabel  “la Casareña” porque era de Casares, era modista y nos hacia la ropa, a Rafael Guerrero y su mujer Josefa Calle, cuya casa era la más grande del patio, y donde su hija Frasqui tenía un taller de bordado a máquina.
También recuerdo a los diteros, que en aquella época no faltaban (gracias a Dios), y las veces en que mi abuela Paca se escondía  y le teníamos que decir que no estaba, que viniera otro día.

No se me olvida la “miga” de Teresita Castaño que tenía en su casa en la que los propios niños teníamos que llevar nuestros asientos, yo llevaba un banquito de corcho que me había hecho mi padre que trabajaba en una corchera. Allí aprendíamos las letras y las tablas cantando. En esta “miga “ también estuvo mi madre cuando era chica.

Cuando era la festividad de la Virgen del Carmen, su imagen la llevaban al patio, y se adornaba con palmeras y motivos marineros, como redes, remos, una barca etc.

En fin, la vida en el patio era feliz, eran personas sencillas que todo lo compartían.
En la calle Eladio Infante, justo frente al patio, estaba  la Aserradora Gaditana, y un poco más abajo había otro patio el de Esteban y frente a este otro el de Godino. En la misma calle teníamos otra escuela, pero esta de niños más mayores (la de la Sta. Melele), allí estaba yo cuando hice la Primera Comunión.

Un poco más arriba estaba el patio Alcaraz, por cierto que este Sr. que era el que tenía más dinero fue el primero de la calle que puso un cuarto de baño completo, con bañera de patas y alicatado en rosa y era tan buena persona que dejaba que los niños la usáramos y allí nos íbamos con la toalla y la ropa limpia y salíamos contentísimos. Este hombre fue el primero en comprar una televisión en la calle y allí nos íbamos con nuestros asientos a ver “El Fugitivo”. Dos casa más allá vivía “Manolito el gafas”, que era practicante, lo que actualmente seria ATS, y los niños nos descomponíamos al verlo llegar con su maletín, cuando teníamos anginas o bronquitis, Entonces no haba jeringas desechables y llevaba un  portajeringas metálico que ponía a hervir en un aparato lleno de alcohol antes de pincharnos. Pero bueno era muy simpático.

Más abajo donde ahora está Muebles Joaquín , era la casa de mis abuelos paternos, que estaba frente al saladero de pescado de Miguel Garrido y que un día en que salió un camión se empotró en su casa. También estaba la panadería de Lucrecio, que después puso una pastelería al final de la calle cruzando la carretera de Cádiz. Estaba el bar El Barrilito, cuyo dueño era Natalio y al final de la calle estaba la bodega Chons.
En la primera fotografía que ilustra este artículo aparece mi madre, Filo (Filito cuando era pequeña), que es la segunda niña por la derecha de la fila inferior; junto a ella sus compañeras y la Srta. Teresita que he mencionado en este artículo.

En fin ya no recuerdo más, porque me fui a vivir a La Piñera.

Hoy en día el patio está abandonado y las puertas y ventanas están tapiadas. No se ha demolido, ni se  ha construido nada y ya han pasado varias décadas.

Visita a la exposición "Algeciras en torno a 1812"


Los días 19 y 21 de noviembre de 2012 alumnos de nuestro Centro de Adultos han visitado la exposición “Algeciras en torno a 1812” en la Casa de la Cultura José Luis Cano de nuestra ciudad.

D. Agustín del Valle, historiador y director del Archivo Municipal de Algeciras, que amablemente se ofreció a colaborar con nuestro Centro, nos fue guiando por los diferentes objetos y documentos históricos que componen la exposición. Sus comentarios, de detalles y curiosidades de la Algeciras de principios del siglo XIX, fueron de gran interés para los más de 70 alumnos que han participado en esta actividad.

Después de contemplar un documental en el que se reflejaba la Algeciras de la época fuimos recorriendo las distintas vitrinas donde se exponen los diversos elementos que se encontraban expuestos. La Capilla del Cristo de la Alameda, planos de Algeciras, documentos sobre el presidio algecireño, sobre el pósito, las lanchas cañoneras, los molinos de agua, la figura del General Castaños, la urbanización de la Plaza Alta, documentos sobre ventas de edificios y de liberación de esclavos, el comercio algecireño, la vestimenta de la época, útiles del ajuar (cerámica vidriada, candiles, etc.),  fueron algunos de los aspectos tratados en esta interesante visita.

Queremos desde nuestro blog agradecer a D. Agustín del Valle su amabilidad e interés para con nuestro Centro.

Vivencias en la Feria Real de Algeciras

Autor: Santiago Fernández Delgado

Si alguien tuviera la iniciativa de llevar a cabo una encuesta entre los algecireños para intentar conocer sus preferencias sobre celebraciones locales, es indudable que el generalizado sentir popular expresaría un claro pronunciamiento a favor de nuestra Feria.
Cuantos residimos en esta tierra, sentimos legítimo orgullo de nuestros festejos; llegamos incluso, a nivel comparativo, a considerarlos mejores a los de otras poblaciones de mayor envergadura y justificada fama. Siempre encontraremos, bajo nuestra opinión, atractivos difíciles de superar. Es más, hasta echamos mano de nuestro merecido calificativo de “especiales” para argumentar que lo nuestro es insuperable.
Y así se nos sugiere escribir de vivencias sobre algo que – como ya hemos anticipado – merece considerarse único, recurrimos, con ilusión y voluntad, a recuperar nuestros mejores recuerdos, para traer al presente situaciones de las que fuimos protagonistas directos o cercanos. Es como una invitación a rebuscar en el fondo de ese baúl del ayer, lejano o próximo, donde se custodian nuestras impresiones.
Vayamos directamente a estas vivencias.

En fechas cercanas a la Feria, aproximadamente cuando se despedía abril dando su bienvenida a mayo, la Alcaldía promulgaba un Bando disponiendo la limpieza de fachadas de edificios en todo el casco urbano. Orden municipal que se cumplía con carácter general. Se llevaban a cabo los entonces  llamados, en lenguaje corriente, “encalijos” –no habíamos entrado aún en el surtido mercado actual de pinturas, acrílicos, etc.– y las casas y calles de nuestra Ciudad nos ofrecían un singular aspecto de limpieza y decoro en las fiestas de junio, haciendo realidad una poética visión de una Algeciras blanca de cal y soles. El vecindario no dudaba en colaborar para embellecer lo suyo. Muchos lo recordarán.

El Paseo o Real que se instalaba en el Cortijo del Calvario, a escasos metros de la calle Ancha, reunía todos los requisitos que exigen lo bello, lo cercano y lo inolvidable. Se accedía al mismo por una  cómoda y atractiva Escalinata amparada, en su parte  izquierda, por la primorosa estampa del Pabellón Municipal. En 1945 esta entrada acogió el famoso “Pandero roto” (merecedor de la portada de Diario ABC) que pintara Antonio Trujillo. Todo en el Real resultaba agradable, era armonioso, tenía empaque. La conjunción en cercanías –mejor llamarle abrazo- de “La Perseverancia” con el recinto ferial; la salida del público en las tardes de toros, era como la corriente de un alegre río hacia una desembocadura de asegurada diversión y esparcimiento. ¡Qué bonita era aquella ya vieja Feria del Calvario! No es un canto a la nostalgia. Es un sentimiento por lo que no se olvidará.
Todo se daba cita para no dejar un resquicio al olvido. En las corridas de Feria, al caer ya la tarde, en plena faena taurina, se escuchaba el repique de la campana del asilo de San José. Parecía que esa sonoridad se sumaba al aplauso por las verónicas y naturales del Maestro Pepe Luis Vázquez. Irrepetible.

En terrenos que servían de antesala al Pabellón, existía una amplia explanada utilizada por el Ayuntamiento para ofrecer espectáculos diversos. A recordar, los conciertos de la banda de Música, tambores y Cornetas del Tercio Duque de Alba II de la Legión –considerada como la mejor de España en aquellos tiempos-; las actuaciones, durante varios años, del Conjunto Sevillano de Cante y Bailes del Maestro “Realito” –anciano artista, una institución en Andalucía-. En el grupo destacaban los que eran, aún, dos niños. Sus nombres: Rosario y Antonio.

Y las dianas floreadas. Los algecireños teníamos el mejor despertador del mundo. A los sones de la Banda del Regimiento de Infantería Extremadura número 15 –aquella que tantos años dirigió el inolvidable D. Justo Sansalvador Cortés- y a primeras  horas de la mañana, Algeciras recibía en sus calles y plazas el alegre mensaje de sus fiestas.
Mención especial para el Mercado de ganados. Mezcla de tipismo, costumbres y usos que hoy en día, cuando impera el marketing, resultan de difícil descripción. Se daba cita una numerosa cantidad de personas: los vendedores que con sus ejemplares acudían desde los más diversos lugares y quienes íbamos a gozar del espectáculo de las ventas, de las expresiones utilizadas para elogiar sus pertenencias y el modo amistoso de cómo sellaban el trato. En los chozos de techumbre de helechos distribuidos por el mercado, se culminaba dicha operación con una copa de vino de Jerez o Sanlúcar, porque entre ellos tomar  otra bebida podía resultar impropio, fuera de lugar, sin estilo.

Sensaciones y Sabores


Autora: Victoria Castro Abásolo

- ¡Ojú, ya están aquí las moscas, como se nota  que ya se han instalado los turrones delante de la puerta! – relataba mi madre mientras trajinaba en la cocina.
Efectivamente, hacía dos días que se habían instalado delante de nuestra puerta, un poquito más abajo, porque mi padre siempre estaba al tanto de que no se pusieran delante, porque tenía su negocio y no quería que se lo taparan. Y era verdad que, con los puestos de los turroneros, inmediatamente aparecían las indeseables moscas, las avispas,… en fin, cosa normal con la cantidad de turrones, dulces, caramelos, etc. que traían con ellos; era su negocio.
Uno de los puestos era de María, que era de Ronda y todos los años venía con sus dos hijos varones y una niña, más o menos de mi edad, que por cierto la recuerdo “mu renegría”. María era una mujer cariñosa y siempre venía a mi casa a llenar garrafas de agua para su consumo en “su casa”, porque la verdad, en aquella época no existían las caravanas. Su puesto estaba montado sobre unas tarimas de madera y con palos y lonas para cubrirlo; y allí vivían, comían y dormían.

Yo era feliz porque para mí las primeras moscas significaban “F E R I A” y enseguida le decía a mi madre: ¿Y mi vestido de gitana, mamá? Y la recuerdo diciéndome que tuviera paciencia, que todavía quedaba una semana para que comenzase y además tenía que probármelo porque podría no quedarme bien; además había que almidonarlo.

Me sentía dichosa pensando en mi Feria, en mis cacharritos, en mis zapatitos de tacones, en mi látigo, en mis caballitos de sube y baja, en las cunitas, en el puesto de serrín donde se vendían baratijas a peseta y yo me compraba unos anillos con unos pedruscos increíbles. Y como siempre he sido muy comilona, me llamaban muchísimo la atención esos puestos de bocadillos colocados en pirámide, donde justamente por el corte, asomaban tres lengüetas muy grandes de salchichón o de chorizo, y a mí siempre se me antojaban. Pero mi madre decía que de eso nada, que esos bocadillos “tenían muchas ferias” y que si quería bocadillo, ella me lo preparaba con pan tiernito y relleno como Dios manda. Era cierto que el bocadillo que me preparaba mi madre estaba muy  bueno, pero yo siempre pensaba… ¡Seguro que los bocadillos de la feria están más buenos!

El pan, ¡Ay que recuerdos me trae en pan! Mi padre siempre tuvo su negocio de ultramarinos y me viene a la memoria que en la fachada ponía “Ultramarinos J. Castro”, en la calle General Sanjurjo, nº 4 (hoy Blas Infante). Bueno, pues cuando llegaba la feria y en esos  días había corrida de toros, a medio día, de la panadería Alvarado traían unos sacos muy grandes (por lo menos a mí me lo parecía), llenos de bollos recién hechos y había un olorcito a pan caliente en mi casa, francamente maravilloso. Y la gente camino de “La Perseverancia”, para la merienda, se paraba en la tienda para comprar bocadillos de  jamón, de chorizo, de  salchichón, de queso,… y las medias botellas de vino.

Ahora me doy cuenta que antes las meriendas de los toros eran más simples, es decir, tu bocadillo, tu botella de vino o de refresco y… ¡Venga, a los toros!

Bueno, y hablando de otro tema… ¿Y los buñuelos? ¡Ay, qué ricooooos! Recuerdo que la buñolería estaba en la esquina de la calle Ancha, mirando para la Avenida, y la mujer que los despachaba tenía un delantal muy blanco con tiras bordadas. Me gustaba cómo ensartaba los buñuelos en varas de juncos para llevártelos.

Ahora, el día más importante de la Feria era cuando me decía mi madre: - ¡Niña, anda que te voy a poner tu traje de gitana en cuanto lo termine de planchar, que vaya lata que me está dando el almidón que le he puesto a los volantes! – Y entonces me vestía con el traje (que todavía estaba caliente de la plancha), me ponía mis zapatitos de tacón, me peinaba con mi moño y mi flequillo, me ponía la peineta, la flor, los pendientes, el collar, las pulseras de colores, el mantoncillo, y como remate final me pintaba un lunar en la mejilla y me sentía la niña más feliz del mundo. ¿Y qué pasaba después’ Pues que me llevaban a la Feria, y me recuerdo entrando por la Avenida, toda llena de puestos a ambos lados, y cuando miraba para arriba, ya estaban preparados los adornos de bombillas de colores y, lo que más me gustaba, era cuando se iluminaban… ¡Oh!, era algo mágico y precioso.

Desde entonces, desde mi infancia, la Feria siempre ha sido para mí sinónimo de alegría, de ilusiones, de bullicio, de luces, de ruidos, de colores, de olores y de sabores.

Esta es mi Feria y estos son mis recuerdos.   

Añoranzas de mis Ferias de Algeciras


Autor: Martín Ángel Montoya Sánchez
Primero se presentía, era como un esperado torbellino de alegrías que vendría de lejos, de muy lejos, de todas partes en calesines de fantasías por el polvo de los caminos hasta llegar a Algeciras. Y a colores de cal y azulejos, y a aceites de pinturas…
EDICTO: El Sr. Alcalde hace saber que con motivo de las fiestas… todas las fachadas serán blanqueadas de cal o azulejos, limpios los zócalos, sin yerba la bajera, barridas y sin manchas las aceras… adecentados balcones y rejas…
Repartidos los edictos por escaparates y esquinas, no había que leerlos porque ya se sabían, y en cambio con una señal llamativa se hacía saber en papel de estraza, cartón o una tablilla. Cuidado que mancha, pintura fresca. Y aquellas cañas de pértiga que servían para encalar las alturas, volvían limpias, a tensar las cuerdas del tendedero de los patios y azoteas.

Y empezaba la Feria con el trajín de la limpieza, las tiendas de quincalla llenas de abalorios y peinetas, las modistillas sin tiempo para achicar o ensanchar las pinzas de los arreglos, las madres zurciendo las marras de las mantillas, las planchadoras almidonando camisas, enaguas y cancanes… ¡La Feria, ya llega la feria! ¡La Feria…!

Y llegó en camiones y en tren, la Feria de Algeciras a la estación de Agustín Bálsamo, cargada de bultos y sorpresas, coches de choque, le látigo, los espejos, las tómbolas, el toldo del circo, luminarias, cacharros, cacharritos,… el tren de los escobazos… En el Real de la Feria se respiraba el bullicio febril de las fábricas de alegría. Allí íbamos los niños a ver de lejos a las fieras, a los hombres de la feria, a los enanitos encaramados en altísimas escaleras, en lianas de cuerdas, en pértigas, construyendo castillos de miedo, poniendo los toldos del circo e instalando máquinas de suspiros,… ¡La Feria, ya está aquí la Feria! “Merienda para los toros”, se anunciaban colgados por las calles en carteles de tela con luces y farolillos. Vinos finos y amontillados. Vinos dulces para las señoras. Buen jamón, quesos, embutidos,…
Todo estaba listo, preparado; los puestos de turrón por las calles y repartidos por todas las barriadas. “Tres tabletas veinte duros… y ésta de regalo”. Turrón de Jijona, de almendras, de yema, de frutas. Sidra, coco, calabaza,…

Por la mañana sonaba la diana, tempranito, para despertar a la gente, para animarlas con los ruidosos pasacalles, tá, tarará, rarará… tatatá… y detrás venía el cortejo de las fieras en sus carromatos de jaulas, elefantes con sus vistosas vestimentas orientales, montados por hermosas doncellas con trajes exóticos y plumajes de colores; domadores, payasos, charlatanes, saltimbanquis haciendo ejercicios increíbles y la chiquillería expectante y divertida, al son de la música, acompañando un largo trecho calle arriba, camino de la Feria.
Por la tarde la cabalgata, con gigantes y cabezudos, el Rey y la Reina, carruseles, calesines, amazonas y jinetes.
Las calles empezaban ya a iluminarse con arabescos y flores encendidas. Una mocita ataviada con los avíos de flamenca, bonita con sus claveles al pelo, echada descalza sobre una reja recién pintada con olores de geranios, el zapato en la mano con el tacón dislocado que el galán le arrebata para arreglarlo, sin perder ninguno la alegría de las fiestas. Desde el final de la calle, allá por el Café Piñero, llegan los vahos de los buñuelos que se venden engarzados en un junco, por docenas y medias docenas. Los retratistas insistiendo en perpetuar la figura de las damas al brazo de sus hombres orgullosos. La Feria encendida, esperando a la Reina y a sus damas para encender la Portada para que estalle en fuego de luces.

También hay sitios oscuros, algún chozo improvisado con cañas, un mástil y algún trozo alquilado de “Toldos Mateo”. Pero allí no van más que los “echaos palante”, los que no duermen en toda la Feria y huelen a sudores rancios, a orines, a vino agrio, a resaca y, a veces, a navajazos… pero allí no va nadie, la alegría está en la Feria, en sus luces y en su tronío, en las casetas con las madres “custodiando” a sus niñas, esperando la hora del caldo o de la sopa de ajos, caliente, para aguantar la noche; en la risa, en la ilusión y en el buen ánimo; en la música bailando una mazurca, un pasodoble, unas sevillanas; en un beso con prisas, furtivo, a escondidas en cualquier rincón menos iluminado de la caseta.
¡Ya está la Feria, la Feria de Algeciras, mi Feria…! 195…, 196…, 70…, 80…, dos mil, dos mil y pico…   

Conferencia "Las aves de nuestra comarca"

El viernes 16 de noviembre de 2012, a las 6 y media de la tarde, se desarrolló en nuestro Centro la Conferencia titulada “Las aves de nuestra comarca”.
Esta interesante actividad corrió a cargo D. Cristóbal García Sampalo, maestro, licenciado en Pedagogía, Orientador de Educación Secundaria, profesor del centro de la U.N.E.D de Algeciras y anillador experto en aves migratorias de la Sociedad Española de Ornitología.
La exposición comenzó tratando aspectos generales de las aves: características, concepto, origen, clasificación, éxito evolutivo, comportamiento migratorio y el anillamiento como forma de estudio de las mismas; a continuación, se realizó una exposición sobre la gran presencia de aves en nuestra zona y un recorrido por muchas de las especies y subespecies de pájaros que se encuentran en nuestros campos y ciudades. Junto a la descripción y proyección de imágenes de las mismas, el conferenciante fue comentando el hábitat y época en que se encuentran con nosotros, así como numerosos detalles de su actividad reproductiva, conductual, etc.
En esta actividad contamos con la asistencia de unos 50 alumnos e invitados que mostraron su satisfacción con la actividad realizada.
Desde este blog queremos agradecer públicamente a D. Cristóbal García su interés y colaboración con nuestro Centro.

Merche, concertista de guitarra flamenca

Autor: Manuel Gil González

El Campo de Gibraltar en general y Algeciras en particular, ha sido a lo largo de los tiempos, tierra donde se ha cultivado el buen cante flamenco y el toque de guitarra, apareciendo notables artistas y aficionados en la interpretación de ambos campos culturales. Son de dominio público artistas que han dejado un legado para la historia del cante é incluso han creado un estilo propio en la forma de interpretar los distintos palos, algo bastante difícil de conseguir y al alcance sólo de algunos elegidos . No digamos nada de la guitarra, donde se ha creado una escuela, dentro de la cuál, es obvio mencionarlo, sobresale con luz propia el genio Paco de Lucía, reconocido a todos los niveles, tanto artísticos, como culturales y universitarios, compositor é intérprete único, habiendo sido merecedor de altas distinciones en la élite del Conocimiento y las Artes, y considerado como el mejor guitarrista de todos los tiempos. El Beetthoven de la guitarra, como acertadamente lo definió en una entrevista periodística el Maestro Antonio Fernández Díaz “Fosforito”, (EuropaSur 5.12.94).

No cabe duda que la influencia de Paco de Lucía en las siguientes generaciones sería positivo para el auge del instrumento de las seis cuerdas entre la gente mas joven.

De entre ellos, me gustaría resaltar hoy la figura de Mercedes Rodríguez Arana, mas conocida en el mundo artístico y discográfico como Merche, nacida en esta tierra y una de las pocas mujeres que ha interpretado el difícil arte de la guitarra en solitario. Mas adelante formó dúo con Antonio Perea, otro gran intérprete de la sonanta, pasando a denominarse el grupo “Merche y Antonio”.

Esta concertista local es la gran desconocida para buena parte de sus paisanos, al haber residido desde muy joven en Madrid, donde pensaba que tendría mayor proyección su iniciada carrera musical, como así fué. También ha podido influir haberse dejado ver poco por la zona, aunque sí lo hizo en puntuales ocasiones y en varias poblaciones de esta comarca, recordando una noche triunfal en el Teatro Florida. Tuvo también algunas apariciones en programas de Canal Sur televisión.

Merche cuenta con una sobresaliente discografía, algunos de cuyos temas figuraron durante algunas semanas en “Los 40 Principales”.

En 1976 graba su primer álbum “Hojas del Viento”, que la pasaportó al gran público y le abrió las puertas para dar a conocer su arte en toda España y en algunas naciones del extranjero, viajando por varias capitales de Europa, Marruecos y Japón. Precisamente desde Japón volvió a ser reclamada para actuar nuevamente, realizando conciertos en diversos teatros y canales de televisión, con gran éxito de público y de crítica.
Logra conectar con el gusto del público y graba nuevos discos que le reportan justa fama, como “Jaranera”, “Amor de Andalucía”, “Fuente Impetuosa”ó “Mi Bahía”, destacando en este sencillo temas como “Adalides”, “Isla Verde” ó “Rinconcillo”, siempre en recuerdo constante a su Algeciras natal. 

En plena espiral de éxito, Merche vuelve a poner en el mercado nueva grabación, con el título “Al otro lado del Mar”, acompañada de Antonio y  de la orquesta de Juan Carlos Calderón, en la cúspide de la fama en aquellos momentos. Como consecuencia de todo ello es designada representante de España en el Festival de Música de Dublín (noticia aparecida en ABC de Madrid el día 19.09.79).

Con respecto al resultado obtenido en este Certamen, me limito a transcribir lo publicado en ABC de Madrid el 8.11.1979: “La intérprete de guitarra flamenca Merche  ha sido galardonada con el premio al mejor instrumentista y con el segundo gran premio del Festival Internacional de la Música. Asimismo su tema “Jaranera” recibió el premio a la mejor interpretación”.      

Fiel a su estilo, Merche continuó dando recitales, principalmente en Madrid y alrededores, donde gozaba de gran cartel, acompañada ya siempre por Antonio, hasta que pasados unos años, decidió dejar los escenarios y regresar a nuestra ciudad, donde contrajo matrimonio.

Actualmente, ya alejada de todo lo que representó la música y la guitarra para ella, reside en la vecina ciudad de Tarifa.       
                 
Creo que el mundo institucional y musical de nuestra Ciudad está en deuda con esta artista local, que ha sido galardonada y reconocida en otros lugares, a través de sus actuaciones en España y en Europa, dejando en los escenarios sabor de arte y virtuosismo y  que aquí han pasado desapercibidos, posiblemente, por haberle faltado comunicación y publicidad en los medios locales, cuando, por el contrario, a nivel nacional se reflejaban en las revistas y publicaciones de la época.


Programa "Hoy por Hoy" de Juan Manuel Dicenta

 Autora: Milagros Calvo Ruiz 
El pasado día 29 de Octubre, tuvimos  la oportunidad de asistir a un programa de Radio en directo desde el  Centro de Educación Permanente Juan Ramón Jiménez.
Al tener conocimiento el Sr. Dicenta, presentador del programa de Radio Algeciras de la Cadena S.E.R.  “HOY POR HOY”, de las clases de Patrimonio que se están impartiendo en dicho Centro, mostró mucho interés  y quiso transmitirlo en directo.
A dicho programa, asistieron la Delegada de Cultura Dª Pilar Pintor acompañada por el Concejal de Educación Don Bernabé Ramírez.
Tambien asistió al programa D. Antonio Torremocha el cual presento su último libro titulado "Monumentos y edificios históricos"

El acto lo abrió la Directora del Centro Dª Carmen Fuentes informando de las actividades que en dicho Centro se están realizando. A continuación intervino el profesor del Centro responsable del Área de Patrimonio D. Roberto Godino.  Seguidamente el Sr. Dicenta dio la palabra a Dª Pilar Pintor y a continuación a D. Bernabé Ramírez quienes agradecieron los esfuerzos realizados tanto por el grupo de profesores como de alumnos.
Como publico asistieron al programa muchos alumnos que componen las clases de patrimonio que actualmente se imparten, algunos de ellos participaron en el programa narrando sus propios trabajos que sobre esta materia han realizado.
El programa resultó muy ameno y entretenido, pudiendo escuchar la retrasmisión completa en esta misma entrada.
      

La Provincia del Campo de Gibraltar

Autor: Santiago Fernández Delgado
Algeciras. Casa Consistorial. Mañana del 21 de febrero de 1969. Las primeras horas de la jornada van transcurriendo con la rutina acostumbrada.
Alrededor de las diez se produce una llamada telefónica desde Madrid. El Alcalde algecireño, Rafael López Correa, rompe todos los esquemas de lo que estaba llamado a ser un día más de trabajo. Instrucción concreta a los funcionarios adscritos a la Alcaldía: localizar de manera urgente, cómo sea, dónde sea, a los restantes seis Alcaldes de la comarca del Campo de Gibraltar.
 
Es el propio López Correa quien se pone al teléfono. Pide a sus compañeros que asistan a una reunión conjunta en el edificio del Ayuntamiento de Algeciras.
Van llegando los alcaldes. El primero en incorporarse, Pedro Alfageme González, de La Línea de la Concepción. Le siguen Juan Antonio Núñez Manso, de Tarifa; Antonio Cruces Pérez, de Castellar de la Frontera; José García, de San Roque; José castilla Gómez, de Jimena de la Frontera; y Julio Sánchez, de Los Barrios.
Café para todos. Sucesión de llamadas telefónicas, sin disimulo de impaciencia por tardanza en establecer comunicaciones. En aquellas fechas las esperan eran cosa obligada. Todavía se necesitaba recurrir al 09 y a la oficial larga distancia.
Nadie se mueve del despacho de la Alcaldía algecireña. Llega la hora del almuerzo. Este no puede ser más frugal: los clásicos bocadillos suministrados por un cercano establecimiento.
Y es que el tema era merecedor de especial interés y atención. A López Correa, de manera fidedigna, pero con garantías de proceder de fuente superior, solvente y del mayor crédito. Le había llegado una importantísima noticia: A la reunión del próximo Consejo de Ministros se llevaría el PROYECTO DE CREACIÓN DE PROVINCIA EN EL CAMPO DE GIBRALTAR.
Mentor y patrocinador de esta iniciativa, D. Fernando María Castiella y Maíz, Ministro de Asuntos Exteriores desde el 25 de febrero de 1957 al 29 de octubre de 1969. Lo obsesivo de este Canciller por recuperar Gibraltar y resolver este contencioso, llevó a que se le conociera en los círculos diplomáticas como “El Ministro del Asunto Exterior”.
Es necesario subrayar, no obstante, que la fijación por este ideal recuperador patrio no era exclusiva de Castiella. Era declaración tradicional, reiterada solemne y oficialmente, que los sucesivos Gobiernos que se formaban hasta hace algunos años, hacían constar, de un modo indubitable y preciso, la referencia a la devolución a España del Peñón. Se recurrió, incluso, a medidas de presión consideradas radicales que llevaron al cierre de la Verja.
Esta pretensión reivindicativa se puso de manifiesto, así mismo, hasta en tiempos de la Primera República. Los cuatro Presidentes abogaron por la reclamación: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar.
En la exposición de motivos del referido proyecto, se pretendía conseguir un desarrollo modélico que sirviera de señuelo a los gibraltareños.
El territorio de la nueva provincia no sólo correspondería a los propios límites del Campo de Gibraltar. Su extensión abarcaría cuarenta municipios: doce de Cádiz y veintiocho de Málaga. Por el norte incluía Ronda y Ubrique.
Como anécdota, cuando se estaba llevando a cabo la reunión de los alcaldes Campogibraltareños, los presidentes de las corporaciones de Ronda y Alcalá de los Gazules, telefonearon a López Correa, mostrando su adhesión al proyecto, para alentar a sus compañeros en las gestiones que llevaran a cabo, y haciendo patente el deseo de que ambas poblaciones fueran parte integrante en la posible nueva comunidad provincial.
Aunque desde Madrid se intentó que el tema se llevara con el más absoluto secreto, una indiscreción del Gobernador Civil de Cádiz, Julio Rico de Sanz, a Miguel Primo de Rivera, Alcalde de jerez de la Frontera, puso al descubierto toda la trama.
En Cádiz se organiza un tremendo revuelo. El protagonista de la protesta al proyecto lo acapara Fernando Portillo Scharffaussen, Presidente de la Diputación Provincial, persona que, en aquella fecha clave, tenía el innegable ascendiente e influencia en los medios políticos gaditanos.
En un tiempo record, Portillo moviliza a los procuradores en Cortes por la provincia de Cádiz, Baldomero García, José Martínez Romero, José Bohórquez y Mora-Figueroa, Jerónimo Almagro y Montes de Oca (muy vinculado a Algeciras, donde residían sus familiares) y Pedro Hidalgo (natural de Gaucín, uno de los núcleos de posible inclusión en la nueva área provincial y que había sido Alcalde de San Roque, la ciudad considerada como capital “espiritual” de la comarca).
Viaje inmediato, en comitiva, a Madrid. Jornada maratoniana de entrevistas con Luis Carrero Blanco, Vicepresidente del Gobierno y los Ministros Pedro Nieto Antúnez (Marina), Camilo Alonso Vega (Gobernación), Federico Silva Muñoz (Obras Públicas), José Solís Ruiz (Secretario General del Movimiento y Sindicatos) y Jesús Romero Gorría (Trabajo).
Como puede comprobarse, gestiones de alto nivle jerárquico que, paralelamente, se llevan a cabo desde Málaga por parte de sus representantes en las Cortes Españolas. Las fuerzas vivas de ambas provincias se movilizan ante el temor de ver trastocadas sus demarcaciones territoriales y lesionados los derechos jurídico-económicos que venían detentando.
Se unieron, codo con codo, para boicotear el propósito de Castiella y, sin que en esos momentos pudiera afirmarse el apoyo que a éste prestaban sus compañeros de gabinete, Camilo Alonso Vega y Manuel Fraga Iribarne.
Se llegó a comentar la intervención personal del escritor José María Pemán, claro adversario a la creación, que haciendo valer su, al parecer, facilidad de intercomunicación con El Pardo, pudo contactar con Francisco Franco, que se limitó a preguntar “si se había consultado con los responsables provinciales”. En resumen: el intento quedó abortado y el tan repetido Proyecto no llegó a debatirse en Consejo de Ministros.
Por tanto, aquellos siete alcaldes vieron diluidas sus esperanzas y la nulidad de sus esfuerzos en aquel 21 de febrero de 1969. La ilusión y entusiasmo que habían desplegado en sus numerosos telegramas y comunicaciones cursadas a todos los Departamentos Ministeriales en apoyo y solicitud a favor de la nueva Provincia, se desvanecieron. Cádiz y Málaga, uniendo esfuerzos, habían ganado una partida que no llegó ni a jugarse.
No puede soslayarse la dificultad inherente a culminar con éxito el intento de Castiella. Desde que en 1833 el Ministro de Fomento, Javier de Burgos, llevó a cabo la Demarcación Provincial, sólo hubo una modificación de importancia: en 1927, con la Dictadura de Miguel primo de Rivera, se dividió Canarias en dos provincias. Hasta entonces la capital era Santa Cruz de Tenerife, creándose una nueva provincialidad con Gran canaria, Lanzarote y Fuerteventura.

No obstante este antecedente, con todas las dificultades que un tema de tanta trascendencia llevaba implícitas, la creación estuvo a punto, por horas, de salir adelante. En este sentido no quedan dudas. La Administración frnaquista debatió esta cuestión. Lo que comenzó con el proceso de Descolonización de la ONU, que llevó al Gobierno Español, en 1960, a presentar el caso de Gibraltar; que el trámite a seguir consistía en que por Madrid y Londres se iniciaran negociaciones para la restitución del peñón; que se desvirtuara por parte británica esta posibilidad, mediante la concesión de la Autodeterminación al pueblo Calpense; todo ello nos lleva a que, ante las continuadas obstrucciones inglesas a buscar una solución al contencioso, las autoridades hispanas se implicarán en una medida tan excepcional y novedosa en política como la nueva Provincia en el Campo de Gibraltar.
 

La Feria de mi Algeciras


Autor: Sebastián Pérez Pérez
Relato premiado en el concurso “Recuerdos de la Feria Real de Algeciras” convocado por la Concejalía de Educación del Ayuntamiento de Algeciras en junio de 2012.
Todavía siento un cosquilleo en mi pecho al recordar aquella feria de 1956. Cuando veo a mis nietas en la feria de Algeciras, de cacharrito en cacharrito, de atracción en atracción; ¡abuela, ahora en los cochecitos, abuelo, ahora en la noria, ahora en los caballitos, ahora en éste, ahora en aquél!,  que alegría se les ve que desprenden sus caras y que nerviosismo sus menudos cuerpos. Con que ilusión esperan que llegue el sábado de carrozas, con sus cabezudos, que tanto las asusta, colocarse el traje de gitana con sus collares y demás abalorios en el domingo rociero, el reír con el payaso de turno en la fiesta infantil. Tantas y tantas cosas que disfruto al tiempo de ellas.
Me establecí aquí con 20 años, enamorado de la que después sería mi esposa. Tuvimos tres hijos, y hoy, nietos. No nací en Algeciras, pero por toda la geografía española, que he recorrido por motivos de trabajo y ahora como es lógico con el Imserso, siempre he dicho que soy algecireño. Aquí tengo ya raíces, mi descendencia. Me gusta Algeciras, sus gentes, sus calles, sus playas, y sobre todo, su feria.
Llegamos  a Algeciras y a su feria un sábado 9 de junio de 1956 a la caída de la tarde. Yo montando un burro cansino, de gran envergadura, de color cenizoso, al que llamábamos Romero. Mi padre llevaba de cabestro un caballo alazano, de nombre Caramelo, que a pesar de lo duro del viaje, aún se movía con brío, con las  orejas de punta, sobre el que cabalgaba Machín, un perro pequeño, pero mejor guardián.

Veníamos de un pueblo a 50 kilómetros de aquí. Mi padre se dedicaba al trapicheo, como decía él, y de eso vivíamos, bastante bien, para los años de penuria y escasez que corrían. Compraba en la sierra de Ronda aceite, tocino, aguardiente etc., que después vendía o cambiaba por garbanzos, judías, trigo, cebada, etc. en los cortijos. Todo era contrabando que transportaba en sus bestias. También, de vez en cuando,  entre col y col, una lechuga, daba un viaje con el caballo cargado de tabaco y café, de La Línea o Algeciras a los pueblos de la sierra de Ronda. Yo le rogué que me trajese con él a la Feria de Algeciras,  donde también negociaba, y no sé cómo, cosa rara, accedió, tal vez fue porque a pesar de mi edad (9 años), le echaba una mano.
Habíamos salido el viernes temprano, cargadas las bestias de aceitunas aliñadas con ajo, vino y aguardiente, y con las alforjas llenas de pan, tocino y chorizo en manteca.
La feria de ganado estaba instalada en lo alto  de un cerro, cerca de la plaza de toros. Había animales por todos lados, caballos, mulas, burros y creo recordar que algunas vacas. En un hueco que encontramos, al lado de un chozo, descargamos y quitamos los aparejos a las bestias. Colocamos allí nuestro “jato”, sobre el que dormiríamos más tarde.
Muy cerca de allí, se escuchaba una algarabía de gritos, música y demás jaleos de la Cabalgata, a la que subido en un alto, pude ver. Para mí, venido de un pueblo pequeño, era todo sorprendente, tantas luces, tanto colorido, tanta gente, los cabezudos, las carrozas, los disfraces, los caballos, qué nerviosismo, qué ganas de estar dentro de aquél alboroto.
Al despertar el día, empezó el movimiento de la feria de ganado. Fue como una explosión de movimientos y voces. Nunca vi tantos y tantos caballos y mulas, nunca tantos tratantes, ataviados a su forma de vestir, con sus pantalones de pana, botas bajas o alpargatas, camisa de cuadros o azul oscuro, faja negra, chaqueta o cazadora típica de tela gruesa abrochada con un solo botón al cuello, sombrero, mascota o gorra de pana o paño. Se me quedó grabado los caballos para el contrabando, tan grandes, nerviosos. Las mulas para arrastre de toros en las corridas, tan lustrosas. Los sementales y sus relinchos. Tanto gentío, normalmente bien vestido. Los hombres de traje, las mujeres de gitana, o trajes veraniegos, tan guapas, elegantes, tan algecireñas.  Y no sé porqué, un gitano alto y seco como un junco, con un sombrero negro, al que todos respetaban y  que llamaban Jacobo, que intervenía en zanjar todas las broncas, que después siempre me recuerda a Antonio Vargas Heredia del romance de  García Lorca.
Las peleas eran típicas y normales. Desde las claras del día, se estaba bebiendo aguardiente y después vino,  que se despachaba en los chiringuitos hechos de helecho, (mi padre también vendía) y entre la bebida, el calor y las discusiones de los  tratos de compra y venta, una pelea iba y otra venía. Ahora sí, había una pareja de Guardias Civiles, con su mosquetón colgado, que se bastaban para tener a todo el mundo a raya.

A través de mi padre conocí al hijo de un turronero, Andrés. Montados ambos en Caramelo, ataviado con sus mejores galas, como el caballo de un jeque moro, erguidos como jinetes de verdad, cuál Alejandro Magno sobre Bucéfalo entrando en Babilonia,  recorrimos una y otra vez el real de la feria. Conocí a los hijos de todos los feriantes de los puestos, tómbolas, tiros de pichón, cunitas, carro de las patás, entre tanta gente divirtiéndose, bebiendo, disfrutando en las casetas y los chiringuitos. Mejor no lo pudimos pasar.  Para colmo, ya por la tarde, mi padre, que amaba a los caballos, dijo que no se iba sin ver torear a Ángel Peralta. Dejó encargadas nuestras pertenencias a un amigo y me llevó a los toros.  Yo creo que no cerré la boca en toda la tarde viendo las piruetas de los caballos del rejoneador y el corazón encogido de alegría y miedo.
Terminados los toros, aparejamos las bestias, y con una tableta de turrón del blando para mi abuela (que no tenía dientes) y dos del duro para mis hermanas y mi madre, nos pusimos de nuevo en camino, con una alegría interior y una añoranza  que todavía me vuelve al recuerdo de este día.