Autora: Carmen Feijoó Muñoz
Yo nací en un patio de vecinos, de esos que ya hace mucho tiempo están desapareciendo. Era el patio Conti, en la calle Eladio Infante, en la Villa Vieja en Algeciras, y en el que vivían 43 familias.
Este patio era muy grande y tenía tres entradas, la principal y la más grande daba a la calle que ya he citado, y a cada lado de la entrada tenía dos pivotes redondos de piedra encalada. Al frente de la entrada estaban los grifos, que creo recordar eran cuatro, que salían de una pared decorada con azulejos, en los que las vecinas recogían con sus cubos y cántaros el agua. A un lado de los grifos había unas pilas con sus lavaderas donde lavaban por turno las mujeres.
Sólo se disponía de cuatro aseos para todos los vecinos, pero estos no eran como los de ahora, eran unos cuartitos pequeños con un agujero en el suelo donde se vaciaban las “aguas menores y mayores”, ya que las necesidades fisiológicas se hacían en casa, bien en las escupideras o en los cubos de cinc. Las aguas de fregar y demás se vaciaban en los cañillos.
Para el lavado personal tampoco teníamos muchas comodidades, sólo la conocida palangana y el manguillo, y el baño de cinc, que cuando hacia sol se llenaba de agua y se ponía en medio del patio para que se calentara con el sol, y en el que a veces nos bañábamos en el mismo agua dos o tres chiquillos.
Nosotros vivíamos en el número 2 entrando por la puerta principal, y era una casa muy pequeña que compartíamos con mis abuelos maternos y mis tíos, en fin que estábamos muy “achuchaos”, al igual que el resto de los vecinos que también eran muchos de familia.
En mi casa sólo había dos ventanas, una en la cocina y la otra en la última alcoba, pero estaba tan alta que yo que era muy chiquitilla, sólo veía el cielo.
Me acuerdo de que en invierno venía todos los días un hombre vendiendo cisco para los braseros.
También recuerdo una pequeña Virgen, metida en una capillita de madera, que se iba alternando de casa en casa, para que todos los vecinos pudieran disfrutar de ella.
Tengo recuerdos de algunos de los vecinos, no de todos pues ha pasado ya mucho tiempo. Estaba Rafael Calvente, que vendía carbón por las calles ayudado por su burro, a Isabel “la Casareña” porque era de Casares, era modista y nos hacia la ropa, a Rafael Guerrero y su mujer Josefa Calle, cuya casa era la más grande del patio, y donde su hija Frasqui tenía un taller de bordado a máquina.
También recuerdo a los diteros, que en aquella época no faltaban (gracias a Dios), y las veces en que mi abuela Paca se escondía y le teníamos que decir que no estaba, que viniera otro día.
No se me olvida la “miga” de Teresita Castaño que tenía en su casa en la que los propios niños teníamos que llevar nuestros asientos, yo llevaba un banquito de corcho que me había hecho mi padre que trabajaba en una corchera. Allí aprendíamos las letras y las tablas cantando. En esta “miga “ también estuvo mi madre cuando era chica.
Cuando era la festividad de la Virgen del Carmen, su imagen la llevaban al patio, y se adornaba con palmeras y motivos marineros, como redes, remos, una barca etc.
En fin, la vida en el patio era feliz, eran personas sencillas que todo lo compartían.
En la calle Eladio Infante, justo frente al patio, estaba la Aserradora Gaditana, y un poco más abajo había otro patio el de Esteban y frente a este otro el de Godino. En la misma calle teníamos otra escuela, pero esta de niños más mayores (la de la Sta. Melele), allí estaba yo cuando hice la Primera Comunión.
Un poco más arriba estaba el patio Alcaraz, por cierto que este Sr. que era el que tenía más dinero fue el primero de la calle que puso un cuarto de baño completo, con bañera de patas y alicatado en rosa y era tan buena persona que dejaba que los niños la usáramos y allí nos íbamos con la toalla y la ropa limpia y salíamos contentísimos. Este hombre fue el primero en comprar una televisión en la calle y allí nos íbamos con nuestros asientos a ver “El Fugitivo”. Dos casa más allá vivía “Manolito el gafas”, que era practicante, lo que actualmente seria ATS, y los niños nos descomponíamos al verlo llegar con su maletín, cuando teníamos anginas o bronquitis, Entonces no haba jeringas desechables y llevaba un portajeringas metálico que ponía a hervir en un aparato lleno de alcohol antes de pincharnos. Pero bueno era muy simpático.
Más abajo donde ahora está Muebles Joaquín , era la casa de mis abuelos paternos, que estaba frente al saladero de pescado de Miguel Garrido y que un día en que salió un camión se empotró en su casa. También estaba la panadería de Lucrecio, que después puso una pastelería al final de la calle cruzando la carretera de Cádiz. Estaba el bar El Barrilito, cuyo dueño era Natalio y al final de la calle estaba la bodega Chons.
En la primera fotografía que ilustra este artículo aparece mi madre, Filo (Filito cuando era pequeña), que es la segunda niña por la derecha de la fila inferior; junto a ella sus compañeras y la Srta. Teresita que he mencionado en este artículo.
En fin ya no recuerdo más, porque me fui a vivir a La Piñera.
Hoy en día el patio está abandonado y las puertas y ventanas están tapiadas. No se ha demolido, ni se ha construido nada y ya han pasado varias décadas.