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La Calle Ancha en mi niñez


Autora: Reyes Yera Guerrero

Salgo del parque María Cristina, cruzo El Calvario, y entro en la calle Ancha. A la derecha el café Piñero. Justo al lado la confitería La Crema, un portal de vecinos y el cuartel de la Guardia Civil. Continúa la casa de D. Pedro Liñana, director de la emisora Radio Algeciras, justo al lado la fachada grande de un patio de vecinos y la sastrería llamada Cabezón. Sigue el Bar Kin, otro edificio con patio de vecinos y el bar llamado Bandera. 
Cruzo la calle San Antonio y me encuentro un edificio de dos plantas donde se encuentra la Caja nacional y el Seguro de Enfermedad. Entramos en este edificio y a la derecha hay una puerta con una galería y ventanas que dan a un patio de flores muy bonito; en esa galería hay bancos para que esperen los niños que están enfermos; hay tres o cuatro consultas y algunos de los doctores son: D. Jaime Font, D. Hortensio, el Dr. Carrasco,… En la misma planta está la Caja Nacional, y subiendo una escalera el piso del director de la misma, D. Plácido Cuesta. En ese mismo rellano están los médicos del Seguro. Hay cuatro consultas de médico de cabecera y algunos de los doctores son D. Salvador Mescua, D. Andrés Sanz, D. Francisco Adame,... Al fondo estaban los practicantes, como se les llamaba en aquellos tiempos, que eran Luque (yo me echaba a temblar cuando era él el que me tocaba, porque me ponía las inyecciones como si fueran una banderilla, con la aguja y la jeringuilla juntas), y García (a éste le gustaba mucho el cachondeo y yo en algunas ocasiones le canté por Alegrías de Cádiz, y una señora que también iba a pincharse, bailaba y tocaba los palillos que parecía que tenía en las manos castañuelas; esta señora se llamaba Candelaria y le decían “La Chunga”; yo la quería mucho y ella a mí también). Al fondo de aquel pasillo se encontraban los servicios.
Justo al lado del edificio del Seguro había un edificio y en él una pastelería llamada La Esperanza y un zaguán de la planta baja donde vivía el director de la Escuela de Artes y Oficios D. Manuel Montes, que también era perito-aparejador del Ayuntamiento de Algeciras. Yo lo tuve en dibujo lineal en la Escuela de Artes y Oficios; era una persona muy querida por mí. Él y su señora estuvieron en mi boda y D. Manuel actuó como testigo.
Seguimos y nos encontramos el Bar Royalti, cuyo dueño se llamaba D. José Lobato. Al lado había una librería llamada Ango, donde yo compraba las libretas y accesorios para los dibujos. La siguiente casa era la de D. Ventura Morón, en la que después pusieron una tienda de accesorios de cuartos de baño que se llamaba Hermanos Carrillo; la fachada era de mármol gris y tenía un escaparate muy grande.
Continuamos con la casa de D. Regino Martínez, que tiene su placa, y luego la Palma Real donde yo iba a comprar las chucherías cuando salía de las clases de la Escuela de Arte. Sigue la casa de D. José Luis Cano, en la que en su día dijeron los mandatarios del pueblo que se iba a hacer un museo dedicado a D. José Román que todavía estamos esperando. Al lado hay un edificio de dos plantas; la de arriba es la casa y consulta del Dr. Ramos Argüelles y la baja está ocupada por una lechería y por la tienda de Los Espantoso o “Los Tontos”, como se les llamaba en todo el pueblo (por cierto, Espantoso era el apellido). Yo tengo un recuerdo de cuando iba a hacer la primera comunión y mi madre y sus amigas decidieron ir a la tienda de Los Tontos para comprarme la limosnera, el velo, los guantes, la corona, los alfileres para ajustar el velo y la corona; estuvieron toda la tarde probándome cosas y yo ya estaba harta; Carmen Palacios me decía: “estate quieta Reyita, que tienes que ser buena para hacer la comunión”. Al “tonto” lo tenían frito para un lado y para otro; a mí me parece que hasta le sacaron los guantes y los alfileres, pues el dinero iba muy justo y Angelita era muy graciosa y algo pasó.
Ya hemos terminado esta acera de la calle Ancha y cruzamos a la otra.
Hay un edificio de dos plantas donde vivía el doctor D. Emilio Burgos, médico de niños; en algunas ocasiones me llevaron a su consulta. En esa esquina recuerdo yo haber ido con mi padre y su compadre Manuel Alba a escuchar cantar saetas. También venían mi hermano José Luis y los hijos de Manuel, que se llamaban Ramón y Manolín. Las saetas se cantaban desde el balcón de enfrente, el de la casa del Dr. Ramos Argüelles, y lo hacían “Currita”, “el Sevillano”, “El Palomo”, “Cantera”, “Jarrito” y otros más. A mí el que más me gustaba era “El Palomo” y yo lloraba a escondidas para que mi hermano y los demás no se rieran de mí. Yo me lo pasaba muy bien y recuerdo las chucherías que compraba mi padre en la Palma Real. Al lado de este edificio estaba la tienda de Martín Sevillano y justo al lado una confitería llamada La Perla.
En la pastelería La Perla tengo yo un recuerdo de cuatro años: Mi tío Reyes le dice a su hermana Isabelita: “Viste a La Cagancha (como me decía) que la voy a llevar al Cerro del Mercado” y recuerdo que me vistieron de gitana; ellos vivían en el edificio que después tuvo en la planta baja el colegio “La Encarnación” (conocido como “Los Marineritos”) y tuvimos que pasar por delante de la pastelería; había muchos pasteles en el escaparate y a mí me llamó la atención un merengue. “¡Cómprame un merengue!”, le dije a mi tío. Él me dice que no me lo compra porque no me lo iba a comer. Yo me pongo a llorar y al final él acaba comprándomelo. Me pone un pañuelo en el escote para que no me manchara, mientras yo miraba para el techo de la pastelería donde había las figuras de unas cabecitas de muñecos hechas de escayola. Me da del merengue dos cucharitas y me dice: “Venga, cómetelo”. Yo me como un poco y le digo que ya no quiero más. Mi tío cogió el merengue y me lo refregó por el pelo y por la cara y me llevó a su casa mientras me acuerdo que me decía: “Cagancha eres una meona y te vas a quedar siempre canija”. Cuando llegamos a la casa su madre le decía que yo era una niña y que no debería haberme puesto así; “¿no te da lástima?”, mientras él decía que ya no me iba a llevar nunca a ningún sitio. La verdad es que lo dijo pero no lo cumplió, pues fui muchas veces de cacería, a pescar,… con él y con mi padre.  
Al lado de la confitería había un patio de vecinos y después la casa de una hija de D. Ventura Morón. Seguía otra casa con balcones a ras de suelo, después una vivienda de dos plantas, un patio de vecinos y una frutería cuya dueña se llamaba Antonia; en la planta alta había un taller de costura de mujer y una sastrería. La modista y el sastre eran hermanos y se llamaban Beatriz y Francisco Sánchez. Mi amiga Carmen Repullo cosía con Paco en la sastrería, y yo, cuando salía de la Escuela de Arte (que estaba muy cerca) iba a buscarla para dar una vuelta hasta Almacenes Mérida que se encontraban en la calle Tarifa. Esos paseos eran lo que hacíamos los jóvenes en los años cincuenta y la verdad es que mi amiga y yo lo pasábamos muy bien. Continuaba un edificio que era la casa de D. Arturo Sala, este señor era abogado y procurador; vivió pobre y murió muy rico; esta casa todavía se conserva en la calle Ancha. Al lado otro edificio de estilo antiguo y por último en la esquina, dando a la calle San Antonio, la casa del señor Alberich, director de la Compañía Sevillana de “la luz”.
Cruzo la calle San Antonio y en la esquina está la farmacia de Soto, pues la licenciada se llamaba Palmita Soto, que era una persona muy servicial y atenta que siempre explicaba las cosas a los que allí se acercaban. Al lado otra casa antigua con balcones pegados al suelo y justo al lado una tienda de comestibles, donde yo recuerdo ir con mi padre y que le decían al dueño “Pepito el de los ojos chicos” ya que los tenían azules pero muy pequeños. Seguía un edificio grande, el del Banco de España, donde ahora tiene algunas de sus dependencias el Ayuntamiento de Algeciras. Al lado había un edifico de una planta y un salón de futbolines donde jugaban los niños. Seguía el Bar Sevillano, donde iba de pequeña con mis padres y después con mi novio, el que luego sería mi marido. Allí vi por primera vez la tele; íbamos a merendar en los años sesenta y veíamos los programas de “Reina por un día”. Al lado el Bar Juanito, después la Peña Mondeño, y otro edificio de dos plantas que tenía en la planta baja la papelería y librería Belmonte y en la planta alta la consulta y vivienda de D. Francisco Adame, un médico de medicina general.
Bueno, ya estamos terminando; nos queda un edificio que aún continua en pie, el edificio donde actualmente se encuentra Mac Donal’s. En ese edificio, en una de sus plantas vivía y tenía su consulta el Dr. D. José Sánchez Arnedo, otorrinolaringólogo; allí me operé de las amígdalas. También vivía allí el doctor Murillo, de medicina general. En la planta baja estaba la tintorería Amaya.    
            

6 comentarios:

  1. Soledad Sanchez Cacao17 de enero de 2012, 16:04

    He leido la publicacion de la calle Ancha,y me e emocionado cuando e leido los nombres de mi tia Beatriz y de Francisco mi padre,¿Gracias Reyes por haberte acordado de ellos?Un beso grande para ti.

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  2. Soledad Sanchez Cacao17 de enero de 2012, 16:05

    senti emocion

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  3. Es increíble la memoria que hay que tener para recordar los sitios tal y como estaban antiguamente y las anécdotas vividas al detalle.

    ¡Que grande eres! Un besazo Reyes.

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  4. Querida Reyes : He leido con mucho gusto y atención to do lo que cuentas de la calle Ancha, me maravilla ver la mamoria que tienes. Son cosas dignas de que no se oloviden. Este trabajo que estais haciendo es muy interesante que quedará para las nuevas generaciones. Está muy bien escrito, claro y bien expuesto. Te felicito de corazón. Tu compañera y amiga
    Toñi

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  5. reyes he leido la publicacion de la calle ancha en tus tiempos, yo no he vivido eso tal y como tu lo describes, pero los has redactado tan bien que yo es como si yo lo hubiera vivido" que memoria tienes hija" un beso

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  6. Precioso artículo, Reyes. Por mi edad no conocí la Caja Nacional, pero allí trabajó muchos años mi padre, Guillermo Ortega, hasta que ese organismo se transformó en el Instituto Nacional de Previsión y se trasladó junto al ambulatorio de Menéndez Tolosa. Tienes una memoria prodigiosa y cuentas muy bien las cosas. Enhorabuena.

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