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¡Vamos a la Feria!

Autor: Francisco López Muñoz
He de reconocer que siempre he sido muy “feriero” aunque eso sí, solo de la feria de mi pueblo, sin que me haya subyugado ninguna otra. He conocido la mayoría de ellas, tanto regionales como comarcales: Sevilla, Jerez, La Línea, Los Barrios, etc., pero ninguna me atrajo especialmente, salvo la nuestra, y en particular las más antiguas, pues mantenían una personalidad propia, siendo las casetas de gran tamaño donde se alternaban orquestas y atracciones, a diferencia de luego que por influencia sevillana se pasó a casetas más pequeñas, de asociaciones, empresas o particulares y donde lo que predomina son las “sevillanas”.
La primera Feria que se me viene a la memoria es la del año 1945 más conocida como “la del Pandero”, que por lo llamativa de su “Portada” ha sido la más comentada y recordada. También es posible que influyera en mis recuerdos, que la foto que publicó el ABC en su portada, apareciese un coche de caballos en el que yo estaba en compañía de mis hermanos y amigos, la cuestión es que aunque me faltara un mes para cumplir CINCO AÑOS, tengo más recuerdos que de las posteriores.
Guardo en mi retina las imágenes como si fueran ayer, de cuando el fotógrafo nos estaba haciendo las fotos, y la bronca que me dio mi hermano Aurelio, cuando me dejé de convencer por Pepe Saavedra, (1 año mayor) para sentarse en el pescante del coche. Luego nos bajamos y en la caseta de Los Juncales seguimos haciéndonos fotos y donde bailé las sevillanas “me casé con un enano……”.
El día anterior participé en el desfile de carrozas saliendo en una que simulaba un campo de fútbol y donde todos los niños íbamos vestidos de futbolistas. Al día siguiente y en la misma carroza, nos desplazamos hasta el Campo del Calvario donde se iba a jugar un partido amistoso entre el  Sevilla CF, que se acababa de proclamar Campeón de Liga, y el Algeciras. Antes de comenzar el partido, jugaron una pachanguita con nosotros en la portería del gol sur, (por cierto ésta me pareció muy alta y grande).
La feria de aquel año estaba emplazada en lo que hoy es el principio de la Avenida de las Fuerzas Armadas, siguiendo  a su izquierda el paseo del Calvario finalizando en la Plaza de Toros por arriba y el Campo de fútbol por su derecha. Los puestos de turrones se instalaban en las aceras de la Avenida del General Sanjurjo, desde la esquina de la calle Convento hasta la bifurcación con la calle Sevilla, donde también se ubicaban algunos al igual que en la calle Ancha.
Al Ferial se accedía a través de una escalinata, en cuyo rellano se ubicaba la portada de la Feria. A mano derecha, la Terraza del Café Teatro Piñero (donde casi siempre actuaba Daniel y su orquesta), a continuación la caseta de “Los Juncales” y junto a ésta la de “Los Oficiales”.
Entrando por la portada y a mano izquierda estaba situada la caseta Municipal. En el límite de esta y siguiendo una línea paralela de la Avenida, existía una barandilla metálica que protegía del desnivel existente con el Paseo del Calvario. A su mitad había una escalerilla que unía ambos paseos.
Subiendo por ésta a mano derecha se situaba la caseta del “Casino” que lindaba a su vez con el Campo de fútbol. Solo recuerdo de esta caseta, que las canciones que más interpretaban y además con reiteración, eran “La Cucaracha” y “Se va el Caimán”.
A mano izquierda solo existía una zona de servicio anexa a la Caseta Municipal. Frente, el Casino Cinema, y detrás de éste, una enorme y popular caseta, la de “los Suboficiales”.
Por el Centro y frente a la escalerilla, la Tómbola (durante muchos años tuvo especial fama la del “Cubo”) y a continuación las atracciones. En aquel entonces solo existían la de los pequeños (que no eran eléctricas y se empujaba a mano), los coches que chocan, la ola, el látigo, las cunitas “ta, ta, chin”, y el “carro de las patás” (que nunca me gustó y jamás me monté).
En la parte alta y junto a la escalinata que llevaba a la Plaza de Toros, se establecían los bares. En el cerro a la espalda del Instituto y el Campo de fútbol, se emplazaba el mercado de ganado.
Los fuegos artificiales se hacían frente al Cuartel de Infantería. Un año sucedió que un par de cohetes, se introdujeron en la tienda de mi Padre por debajo de la puerta del patio, y prendieron en unos sacos de arpillera. No llegaron a arder, porque estaban impregnados de la grasa que soltaban las piezas de tocino fresco que colgaban en el techo, pero sí que originaron una gran humareda, y la consiguiente alarma ya que se podía ver desde la calle. Afortunadamente no pasó del susto y solo quedó una ingente cantidad de tocino ahumado.
Lo curioso fue que una vez que el seguro indemnizó por los daños causados, autorizó para que con la mercancía se hiciera lo que se creyera más conveniente. Mi padre con el ánimo de ahorrar gastos y desprenderse rápidamente de la mercancía, lo puso a la venta a un precio casi regalado. Lo sorprendente fue, que tuvo tal aceptación que posteriormente se tuvo que ahumar tocino especialmente pues se vendía más caro y mejor.
Yo si tuve una pérdida de aquel conato de incendio. En el mismo almacén, guardaba mi padre gran cantidad de envases del tostadero de café (que salvo el día de su inauguración jamás pudo tostar), y que a mí me llamaba mucho la atención y encantaban por su especial brillo y colorido. Estaban forrados por dentro de papel aluminio y yo los cerraba con un nudo, haciéndolos explotar contra la pared y produciendo mucho ruido. Aquel entretenimiento o juego se acabó con bastante pesar para mí.

Las demás Ferias han ido evolucionando en función del tiempo y en los terrenos donde se han ido ubicando, yo voy hacer un breve resumen de algunos de esos cambios.
Respecto a las portadas perdieron bastante desde que las desplazaron del comienzo de la Avenida. Para mí, la mejor sin duda fue la del Centenario, o sea, la de 1950. Poseía una iluminación que llamaba la atención así como una fontana con ranitas, resultando de todo ello un conjunto espectacular.
Aprovechando el llano que habilitaron junto al campo de fútbol, (para que se ejercitaran los caballos que acudían al concurso de hípica que se celebraba todos los años con la festividad de La Palma) y la prolongación de la Avenida, hizo que la Feria se ampliara y muchas atracciones cambiaron su ubicación o se instalaron nuevas. La buñolería se trasladó al principio de la calle Ancha. Llamó mucho la atención la nueva atracción de “los caballitos que suben y bajan” que se instalaron en el centro de la Avenida, decían que la atracción había costado ¡medio millón de pesetas! Junto a las acera instalaron “las sombrillas” (tiendas de bisutería) y al final las atracciones infantiles, dejando la zona del Calvario y los terrenos anexos al Campo de fútbol, para las atracciones de mayores que ya eran en aquél entonces bastante numerosas.
Posteriormente y con la desaparición del Campo de fútbol se amplió aún más hasta que en 1957 se trasladó a la zona de detrás del Parque.
Esta nueva ubicación unida a los cambios que se introdujeron, originaron numerosas polémicas, y entre otras cosas, prácticamente desaparecieron el esplendor de las portadas. El mercado de ganado se trasladó a lo que hoy es parte de la Barriada de la Reconquista por la zona de Salvador Allende. Las casetas principales se situaron a la espalda del Parque junto a las puertas traseras y la Feria en general se quedó más “comprimida” que en el anterior emplazamiento.
Diez años más tarde, en 1967, se hizo el último traslado “por ahora” y que también estuvo lleno de controversias, no obstante en este emplazamiento se han recuperado las Portadas de entrada al recinto, aunque sin llegar al esplendor de las de antaño.
Es también a partir de esta fecha cuando se cambia radicalmente el número y la idiosincrasia de las casetas. Son otras Ferias totalmente distintas hasta el punto que mientras las anteriores fueron nocturnas, ahora son diurnas. Las casetas espectáculos son la excepción y en cambio proliferan en gran número las de asociaciones, empresas, clubs, etc., donde el protagonismo es el baile por sevillanas.
Es una pena que no se haya podido realizar el proyecto que en su día presentó Pascual Foncubierta, en el que aprovechaba las calles y las portadas de las casetas para rememorar la Algeciras Antigua. Tampoco entiendo por qué, si la primera feria se instauró según la proclama de Isabel II en 1850 y el Centenario en 1950; en 1999 se celebró el 150 Aniversario y no en el año que le correspondía el 2000, que para más inri era hasta más emblemático. ¿Entendéis una vez más porque nos llaman especiales?
Con todo mi respeto para Sevilla, Jerez, Valencia o Pamplona, para mí no existe nada comparable. Ya no me como el pollo “con polvo” de Olalla o Ricardo, ni el chocolate con las tiras de buñuelos ensartados en tiras de tallos de junco, ni me pongo el traje con corbata y clavel en la solapa para ir al Paseo o poder entrar en la Caseta. Y aunque añoro todo esto, no dejo de disfrutar del pasado, el presente y espero que el futuro, de mi Feria, la Feria de Algeciras.

Vivencias en el Mercado de Algeciras

Autor: José Ortega Díaz

Pi pipí…….pi pipí………..pi pipí……….¡¡JODER!!  Son las 4’30 de la mañana, a esta hora todo es automático, salto de la cama, voy al cuarto de baño, vuelvo al dormitorio, me visto y a las 4’45 estoy saliendo a la calle, arranco el coche y durante el trayecto voy pensando en la faena que tenemos por delante este día que no deja ser casi la misma de todos los días.
A las cinco de la mañana ya estoy en mi puesto de trabajo y os preguntaréis: ¿dónde va este hombre tan temprano?, pues voy a contaros mis vivencias de un día en el mercado.
Como decía, a las cinco de la mañana ya tengo las puertas abiertas de mi establecimiento, a esta hora la cosa está tranquila, se escuchan los motores de los vehículos de los camperos más rezagados que traen sus mercancías para dejarla depositadas en los almacenes de mayoristas para su posterior venta, algunas veces se oyen las voces destempladas de esos amigos de la noche y de la juerga que queman sus últimos cartuchos en los bares mas tempraneros.
Empiezan a llegar los primeros compradores que vienen haciendo “un  vuelo de reconocimiento” de mercancías, calidades y precios; estos compradores son los del mercado, tanto del interior como del exterior. Una vez que han terminado su reconocimiento por los demás almacenes, se reúnen alrededor de un café y comentan lo que han visto, para decidir dónde comprar. Esta operación es importante para ellos y para nosotros –los mayoristas-, ya que donde decida comprar este grupito, los demás también irán al mismo sitio porque entienden que es la mejor opción ese día.
Son las cinco y treinta, llega mi mujer, Milagros, que me acompaña en estos menesteres desde hace muchos años; pilar imprescindible para poder desarrollar todo este trabajo, yo me encargo de la parte comercial y ella de la administración.
En el exterior se perciben los primeros olores, el puesto de churros está abierto y notamos el olor característico del aceite calentándose, se escucha el trajín de sacar los puestos que se montan por el exterior del mercado.
Empiezan las primeras operaciones, “¿a cuánto vas a dejar estos tomates? ¿y las chirimoyas?, mira que me voy a llevar bastante”; los carrillos empiezan a moverse guiados por manos expertas y portan las filas de mercancías hasta la báscula para su peso y las sacan a la calle para su reparto.

Vivencia en el Cine Avenida

 Autora: Reyes Yera Guerrero
Era el año 1955, entonces yo tenía 13 años. Una mañana de verano llegó a mi casa mi amiga Juani Meléndez y me dijo: “Reyes, están echando en el cine Avenida una película de Parrish”. Ese era un artista americano muy guapo que a las niñas de aquella época nos gustaba mucho. Yo le dije que sí, pero mi madre me dijo que tendría que llevarme a mis hermanos también al cine y que sin ellos no me dejaba ir. Eso no le gustó a mi amiga Juani, que me dijo que no iba al cine con mis hermanos.
Entonces fui a la calle Buen Aire, donde vivía mi otra amiga, Carmen Repullo. Su madre dijo lo mismo que la mía, que tendría que llevar al cine a sus hermanos. Ella tenía a Fani, Juanito y Pilar, más pequeños que ella, y yo a mis hermanos José Luis, Esperanza e Inmaculada.
El cine Avenida estaba situado en la actual avenida de las Fuerzas Armadas, justo desde el edificio del doctor D. Jaime Font hasta el edificio de los militares. Era un trozo del parque, un cine de verano muy bonito. Recuerdo a mi abuela planchando los trajes y cancanes de las niñas, que se almidonaban. Yo parecía una princesita, como le decían las vecinas a mi made: “Va tu Reyita preciosa, como una princesita”.
Bueno, ya estábamos todos arreglados y dice mi madre que tenía que llevar una fiambrera con una tortilla y plátanos para que nos lo comiéramos en el cine y la metió en una talega. Entonces no había plástico. Yo dije que no llevaba la talega, pero mi hermano dijo que sí y la cogió. Yo llevaba un bolso grande de rafia que hacía juego con unas zapatillas también de rafia. Yo era muy coqueta, de siempre, desde que era una niña.
Ya por fin todo listo, nos fuimos a buscar a mi amiga Carmen, a la calle Buen Aire, y también ellos estaban preparados. Su madre había hecho pescado frito y una tortilla, parecía que se habían puesto de acuerdo para que tuviéramos que ir con la comida al cine, cosa que a mí no me hizo gracia ninguna.
Antes de ir al cine fuimos a comprar a un kiosco de la calle Sevilla. Llevábamos una peseta y compramos dos gordas de chufas, dos de altramuces, dos de regaliz y con las cuatro gordas que sobraban fue mi hermano a la Palma Real y compró pipitas de girasol, que estaban calentitas, acabadas de tostar.
Ya nos fuimos para el cine, que se nos venía la hora encima y no íbamos a coger buenas sillas. Teníamos las dos, Carmen y yo, dinero sólo para seis entradas, que costaban a tres pesetas cada una.
Yo compré tres entradas, en total nueve pesetas, y entramos mis tres hermanos y yo sin que el portero nos dijera nada, ya que mi hermana pequeña no tenía que pagar. Detrás de nosotros venía mi amiga Carmen a la que le dijo el portero: “Estas niñas mellizas tiene que pagar una entrada para pasar las dos”. Se estaba refiriendo a la hermana pequeña de Carmen y a la mía. Entonces le dijo mi amiga Carmen: “Usted no tiene ojos en la cara. Mi hermana no se parece en nada a esa niña tan fea”. La niña fea de la que hablaba era mi hermana. No vean como yo me puse, diciéndole de todo a mi amiga. Mi hermana era rubia, con unos ojos azules preciosos y llevaba puesto un peto blanco muy bonito. Yo, tocante a mis hermanos era una fiera. Bueno, el portero al final le dice que meta a las niñas en el bolso y al final nos dejó pasar a todos.
Comenzó el NODO, en el que siempre salían el fútbol, los toros y Franco pescando e inaugurando cosas. En ese momento, en el silencio del cine, Juanito le dice a su hermana: “Carmela, dame ya el pescado que tengo mucha hambre”. La hermana se lo dio pero él quiere más y para que se calle se lo da todo, mientras yo le decía: “Dale el pescado que nos van a echar a la calle”.
Yo a mis hermanos los controlaba, pero con Juanito no se podía. No pudimos ver bien la película porque Juanito también quería ir al servicio a cada momento. Mi amiga y yo dijimos que mejor hubiera sido quedarnos en casa jugando a las mariquitinas o a los cromos que haber ido al cine y que ya no iríamos más al cine con los hermanos.
Mi amiga Juani nos dijo después que ella sabía lo que iba a pasar y que por eso no había venido con nosotros.
Así fue mi juventud en la que yo era muy feliz.           

Añoranzas

Autor: Francisco López Muñoz
Algeciras, situémonos en el periodo de los años 1945/1955. Mi  vida se desarrollaba principalmente por las calles del centro, las mismas de hoy en día, aunque conocidas algunas con nombres diferentes, “Convento, Ancha, Sol, Real, Colón, Panadería, Ventura Morón, Sevilla, Muñoz Cobos, Tarifa, Munición, El Mercado, La Marina, Plaza Alta”. Los domingos Misa Mayor a las doce en la Iglesia de La Palma, la oficia el Párroco Don Francisco, cura muy estricto y severo, los ejercicios espirituales con él eran terribles, yo lo tuve de profesor en 3º de bachiller y me suspendió en Junio; menos mal, que en Septiembre me examinó Don Miguel, el párroco de San Isidro, que era todo los contrario; simpático y mejor persona, y que por supuesto me aprobó.
Y después de la misa o por la tarde, el paseo donde nos encontrábamos todos los jóvenes. Siempre era el mismo, si partíamos del principio de la calle Ancha, “Tintorería Amaya” continuábamos hasta el final de la calle, bajábamos por “General Primo de Rivera”, Plaza Alta, callejón del Ritz y General Castaños. Al llegar a esta calle nos volvíamos hasta el principio y así vuelta y vuelta, una vez y otra.
Estudié el Bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media, hoy “El Kursaal”. Siento haber olvidado muchos de los nombres de los profesores, aunque recuerdo algunos, quizás porque fueron muy significativos, Don Aureliano (Director y profesor de Historia), la señorita Nieves (matemáticas), Pilar (lengua), Marina (Francés), Conchita (latín), etc., también recuerdo algunos de sus apodos, “La Latina”, “El Cabeza”, “La tita Concha”, “El Teacher”, “El Pescailla”.
Había una clase llamada “preparatoria”, donde preparaban a los alumnos para el ingreso, estaba a cargo del matrimonio Barberán (de cuyo hijo fui compañero de estudios). Siempre iban acompañados con su prole de discípulos. En el patio, las niñas hacían gimnasia, y nosotros los varones durante el recreo, nos íbamos a jugar al fútbol al Paseo del Calvario, junto al antiguo campo de fútbol del mismo nombre.
Teníamos dos asignaturas que considerábamos “terribles” por lo dificultoso de su aprobado y la rigidez de las profesoras, la señorita Nieves y la señorita Conchita, (por cierto que era monísima y joven. Terminó casándose con el “teacher”).
Fuimos un curso excepcional hasta el punto de que en 3º de bachillerato, nos eligieron para que fuéramos el primer curso donde se experimentara la enseñanza mixta, lo que acogimos con entusiasmo y alegría. También fuimos pioneros en el examen de la reválida de 4º (Bachiller Elemental).
Había una asignatura “Formación del Espíritu Nacional” que en principio la impartía Don Ventura y posteriormente el infortunado Fidel Tapia, y que se aprobaba sin problemas si pertenecías a la Falange. En 2º la suspendí en Junio, ya entonces destacaba como inconformista y ni siquiera me compré el libro. En Septiembre me aprobaron, aún no sé ni porqué, ni el motivo, ya que ni siquiera me presenté al examen.
El día del Patrón Santo Tomás de Aquino, se celebraba en el Paraninfo, donde los varones colaboraban en la actuación teatral, pero donde destacaban especialmente las niñas de los cursos superiores, con sus danzas y bailes.
Tuve la suerte y el privilegio, de compartir este excepcional curso con unos no menos excepcionales compañeros, como así lo demostraron luego en sus estudios y profesiones posteriores: Armengol, Barberán, Juan Peña, Sebastián, Natera, Ventura Morón, Crescencio Torés, Lechugo, Estero, Huércano, Mena, Nieves Saavedra, Mari Luz Pino, Carmen Torres, Moya, etc.
Si alguna pasión se sentía en la Ciudad, esta era el fútbol, y por supuesto, el equipo representativo el Algeciras C.F., aunque también arrastraran bastante afición algunos otros equipos locales, como “La Corchera”, el “Español”, el “Bomba” o el “Celupal”, e incluso los juveniles, el “Algecireño” o la “Acción Católica”, (a ambos clubs pertenecí).
Todos los partidos se jugaban en el mismo estadio, “El Calvario” ya que era el único que existía. ¡Cuántas vivencias guardo en mis recuerdos de aquel recinto!, indudablemente muchos más de espectador que de jugador. Recuerdo que en el espacio abierto de tribuna, junto a los vestuarios y durante los descansos, se ponía con un cesto enorme, (creo que se llamaba Sebastián) a vender avellanas. Vendía una enormidad y estaban exquisitas y calientes pues las llevaba recién tostadas.
Debido a que mi padre siempre estuvo vinculado a la directiva y teniendo en cuenta mi corta edad y “estatura”, me colocaba por delante del Presidente en el Palco. Que impresión más grande me llevé cuando le partieron la pierna al defensa derecho Caballero, (yo tenía 5 años) fue justo delante de mí, habiéndoseme quedado grabado para siempre aquellas impresionantes imágenes. ¡Qué alegría y que partidazo cuando remontamos un 0-3 a la Balona!, y cuando le ganamos 4-3 al Jaén, (gran favorito aquella temporada) con dos golazos de falta de Andrés Mateo, (mi padre me decía que no tenía una pierna izquierda, sino una guadaña). Y el partido de Copa que también ganamos a Las Palmas, líder de la Segunda División, donde jugaba el internacional “Guedes”; con un terreno totalmente embarrado y un Paco León inconmensurable.
Disfruté enormemente viendo jugadores extraordinarios: los algeciristas, Andrés Mateo, Antúnez, Loli, Bellido, Polo, Mata,  Guillermo, Loren, los hermanos León, Tapia, Pepín, Tarro, Periquito, Eduardín, etc., o los innumerables cedidos del Sevilla o repescados del ejército aprovechando el servicio militar, y algún que otro fichado especialmente, como los hermanos Herrera, Enrique ”de las vacas”, Oñoro, Seisdedos, Joaquín Calvo, Enrique Mata, Solís, Pilín, etc.
Donde hay fútbol, hay tertulias, y algunas de las más conocidas fueron las que se celebraban en la peluquería de Juan, (en la calle Ancha), en el Bar Sevillano, en el Café Español o en la Cervecería Universal.
Los resultados de fútbol, se ponían en una tablilla en la Panadería de “La Palma Real” (situada en la calle Ancha y donde se elaboraba el popular bollito de San Miguel). Había que ver la cantidad de público que se congregaba a su alrededor a la hora de la terminación de los partidos, y el ambiente que se creaba, según hubiera ganado o perdido el Algeciras o nuestro equipo preferido
También recuerdo la venta callejera de la Prensa. En cuanto llegaba el exprés de Madrid, alrededor de las doce, los vendedores se lanzaban a la calle como alma que lleva el diablo. El España de Tánger, el África Deportiva, el Marca, el ABC, el Dígame, el Siete Flechas, el Ruedo, el Caso, eran los periódicos más populares que ellos pregonaban. Era muy importante para ellos, llegar el primero a las zonas más concurridas, ya que quién lo consiguiera sería el que vendiera más prensa. Tengo un especial recuerdo de “el Pipa” que normalmente era quien cogía la delantera y porque jugué mucho al fútbol con él (era un excepcional jugador, muy habilidoso, no llegando a profesional por una afección pulmonar). Los hermanos Vázquez, que todavía continúan a día de hoy dedicándose a la venta de periódicos y revistas, regentando un kiosco en la acera de la Marina.
Por aquél entonces, disfrutábamos de varias salas de cine e incluso Teatro. Quién no recuerda el Casino Cinema,   por donde pasaron los mejores actores y actrices del momento. ¡Y las revistas! Siempre con una extraordinaria y cuidada puesta en escena. Y los cantantes más reconocidos, Concha Piquer, Marifé de Triana, Juanita Reina, Antonio Machín, etc. Por  cierto la primera vez que fui a un espectáculo teatral, fue para ver el de Juanita Reina, “Francisco alegre y olé”, aunque el que mejor  recuerdo o impresión me causó, fue aquél que contaba con el siguiente reparto: “El Caracol”, Lola Flores, Tony Leblanc y Nati Mistral (en aquél entonces los cuatro eran parejas).
En invierno funcionaba también el Cine Florida y con posterioridad el Fuente Nueva y el Terraza. En verano, los cines Delicias, Sevilla y Plaza de Toros, a los que posteriormente se sumaron el “Avenida, España, Alegría, Fuente Nueva y Cuesta del Rayo.
No puedo terminar mi relato sin hacer mención de otras de las desapariciones de mi pueblo. Las playas del “Chorruelo” y “Los Ladrillos”.
Las actuales del Rinconcillo y Getares, estaban muy alejadas, teniendo en cuenta los medios y las disponibilidades de desplazamientos que existían entonces, por lo que realmente de las que disfrutamos los algecireños de aquel tiempo fueron las primeras, que además tenían todo tipo de servicios, casetas, alquileres de barcas, chiringuitos (entonces kioscos) etc.
En aquella Algeciras, no había TV, a los futbolistas los conocíamos por los cromos, y a veces por el NO-DO, no existían los vídeos, tampoco había problemas de aparcamiento, Los niños no se llamaban Jonathan ni Jessica ni Vanessa. No merendábamos chóped, ni yogures, jugábamos en medio de las calles, y en las puertas de las casas departían al atardecer los vecinos. Era otra Algeciras y otra España, pero Algeciras ya era “ESPECIAL”.

La Virgen de los Dolores y su llegada a Algeciras

AUTORA: Reyes Yera Guerrero
La Guerra Civil española comienza el 18 de julio de 1936. El Sr. D. Baldomero Benítez Mondéjar hace una promesa que se dispone a cumplir al término de la guerra en 1939. Sale para Sevilla a cumplir la promesa que era comprar una imagen de la Virgen de los Reyes de la que era muy devoto, al punto que su hijo se llamó Reyes. Mi nombre, Reyes, también viene de ahí, ya que D. Baldomero no llegó a tener nietas.
Bueno, nos podemos hacer una idea de cómo se encontraba Sevilla después de la guerra civil, todo en ruinas. D. Baldomero estuvo buscando una Virgen de los Reyes por todos los conventos pero no tuvo éxito. Ya cansado de aquella búsqueda interminable, en el último convento, unas monjas le dijeron: “Llévese usted esta Dolorosa, que es igual una Virgen que otra, y aquí tenemos muchos niños huérfanos y no tenemos dinero para alimentarlos”. Como D. Baldomero era una persona muy buena y con un gran corazón la madre Superiora lo convenció y compró la imagen, pagando 20.000 ó 30.000 pesetas (tengo dudas de cuál de los dos fue el precio).
Se vino D. Baldomero para Algeciras y en el Hotel Garrido buscó a un señor, al que le decían “El Portugués”, que tenía un camión y se ganaba la vida haciendo portes. Marchan ambos para Sevilla en busca de la Virgen, encontrándose al llegar al convento a unos curas que les dicen que la Virgen no sale de allí. D. Baldomero, hombre de negocios, argumenta que tiene la factura de la compra de la imagen por la que pagó la cantidad acordada, y que está dispuesto a denunciar al convento. Llegan a un acuerdo y se traen a la Virgen en el camión liada en una manta. En Algeciras la donó a La Caridad o Iglesia del Carmen.   
Esta imagen sale en procesión por primera vez en el año 1940, siendo D. Baldomero el capataz del paso. Después su hijo Reyes la sacó muchos años, y al tener éste ya hijos, la saca su nieto Reyes Benítez Vega y su hermano Juan Benítez Vega. 
D. Baldomero siempre decía que alguien de la familia debía ser el que sacase a la Virgen, aunque murió y no conoció a sus nietos. En la actualidad vive un hijo suyo muy mayor, así como muchos nietos y bisnietos, para poder seguir sacando la imagen de la Virgen y cumplir lo que él quería.


¡Viva la Virgen de los Dolores!
Virgencita de los Dolores
que de Sevilla te trajo Baldomero
para que fuera la Reina
de su Algeciras querida    

Incendio en el Puerto de Algeciras

Autora: Reyes Yera Guerrero


Era marzo de 1953, tenía yo 11 años, cuando en el Puerto de Algeciras aconteció un trágico suceso.

Aquella fría mañana del inicio de la primavera, recuerdo perfectamente que yo me encontraba en compañía de mi querida abuela en el famoso y recordado siempre Patio del Cristo que se encontraba en una de las calles que lindaban con el río y con el puerto.
De pronto se oyeron los gritos del gentío corriendo para todos los sitios, y en su huida se escuchaba decir: “está ardiendo un barco y está lleno de municiones”. En el correr de las gentes se perdieron muchos niños; todo el mundo quería alcanzar la parte más alta de la ciudad, que era la Sierra del Cobre, porque aquello podría hacer desaparecer toda la ciudad de Algeciras.
Entonces, mi abuela gritando me decía: “corre, corre y vete para la casa que yo no puedo correr porque soy muy vieja”. Pero yo ni la escuché, la rodeé con mis brazos, por sus hombros, y la arrastré, corriendo todo lo que mis fuerzas me daban. Cuando llegamos a la plaza de abastos nos sorprendimos ya que estaban todos los puestos tirados, y tanto las verduras como las frutas estaban desperdigadas por los suelos, y las gentes llorando asustadas, sin saber qué hacer, si quedarse o huir dejando derramado su medio de vida.
Al llegar a mi casa, no encontramos a mi madre, que había ido a por mis hermanos menores al colegio. Al poco tiempo llegó mi padre y nos dijo, riéndose bastante, que lo que había pasado en el muelle era que se había prendido fuego un vagón lleno de paja.
Afortunadamente, gracias a Dios, todo quedó en el susto, en el gran susto que pasó toda Algeciras.

Esta expreiencia que Reyes nos ha contado está documentada en este enlace del  periódico La Vanguardia de fecha 27 de marzo de 1953. Ahí podéis ver la reproducción de la noticia.