Autor: José Ortega Díaz
Pi pipí…….pi pipí………..pi pipí……….¡¡JODER!! Son las 4’30 de la mañana, a esta hora todo es automático, salto de la cama, voy al cuarto de baño, vuelvo al dormitorio, me visto y a las 4’45 estoy saliendo a la calle, arranco el coche y durante el trayecto voy pensando en la faena que tenemos por delante este día que no deja ser casi la misma de todos los días.
A las cinco de la mañana ya estoy en mi puesto de trabajo y os preguntaréis: ¿dónde va este hombre tan temprano?, pues voy a contaros mis vivencias de un día en el mercado.
Como decía, a las cinco de la mañana ya tengo las puertas abiertas de mi establecimiento, a esta hora la cosa está tranquila, se escuchan los motores de los vehículos de los camperos más rezagados que traen sus mercancías para dejarla depositadas en los almacenes de mayoristas para su posterior venta, algunas veces se oyen las voces destempladas de esos amigos de la noche y de la juerga que queman sus últimos cartuchos en los bares mas tempraneros.
Empiezan a llegar los primeros compradores que vienen haciendo “un vuelo de reconocimiento” de mercancías, calidades y precios; estos compradores son los del mercado, tanto del interior como del exterior. Una vez que han terminado su reconocimiento por los demás almacenes, se reúnen alrededor de un café y comentan lo que han visto, para decidir dónde comprar. Esta operación es importante para ellos y para nosotros –los mayoristas-, ya que donde decida comprar este grupito, los demás también irán al mismo sitio porque entienden que es la mejor opción ese día.
Son las cinco y treinta, llega mi mujer, Milagros, que me acompaña en estos menesteres desde hace muchos años; pilar imprescindible para poder desarrollar todo este trabajo, yo me encargo de la parte comercial y ella de la administración.
En el exterior se perciben los primeros olores, el puesto de churros está abierto y notamos el olor característico del aceite calentándose, se escucha el trajín de sacar los puestos que se montan por el exterior del mercado.
Empiezan las primeras operaciones, “¿a cuánto vas a dejar estos tomates? ¿y las chirimoyas?, mira que me voy a llevar bastante”; los carrillos empiezan a moverse guiados por manos expertas y portan las filas de mercancías hasta la báscula para su peso y las sacan a la calle para su reparto.
Son las seis y treinta, van llegando los primeros “tenderos” dispuestos a comprar el suministro para sus tiendas; este de tipo de cliente es más fiel, cada uno tenemos nuestra propia “plantilla”, excepto algunos que no son habituales y vienen de vez en cuando a curiosear. La actividad va aumentando, son las siete y treinta y empezamos a luchar con los problemas de infraestructura que tiene el mercado, el principal, la falta de sitio para aparcar. El mercado no dispone de aparcamientos, solamente una fila para diez o doce coches frente al Banco Santander Hispano, el resto, donde pueden, la plaza del gobierno, encima de la acera, etc. y a las ocho de la mañana aparece la Policía Local. Ya todo son carreras, que si viene la grúa, que si no me puedes llevar la mercancía me voy sin ella, así todos los días; es lamentable que en pleno siglo XXI, en lo que a mercados se refiere, estemos igual que hace cincuenta años. Algeciras, por su población debería contar con un, mercado de mayoristas digno, que diera servicios y facilidades de trabajo para todos y para su comarca.
Seguimos desarrollando la faena y empiezan a sonar los teléfonos para dejar en el contestador los pedidos para la hostelería, colegios, bares y tiendas. Nos acercamos a la ocho y treinta, a esa hora ya están servidos los puestos de la plaza y empezamos con los pedidos de la “calle”, que se cargan en las furgonetas para su posterior reparto; ésta es una operación que requiere cierta diligencia, pues todo el mundo quiere sus pedidos a primera hora; procuramos atender primero a las tiendas y más tarde a los hoteles y restaurantes. Una vez terminada esta faena nos acercamos a las diez de la mañana. Es hora de recoger un poco el almacén y ordenar las mercancías que han quedado. A continuación, me siento en los teléfonos para hacer los pedidos de mercancías para el día siguiente. Los puntos más frecuentes de compras son: Sanlúcar, Chipiona, Conil, Almayate, Torre del Mar, Maro, Motril y la costa de Almería; en todas estas poblaciones la venta es por subasta y, como no se puede estar en todos los sitios, tengo que nombrar una persona que me represente (el corredor) para que en mi nombre haga las compras, las cargue en camiones y me las envíe. Miro el reloj, las diez treinta, es hora de desayunar, vamos al bar, allí tenemos nuevos olores: a café, a pan tostado, a filetes de lomo a la plancha, a asadura en manteca, … un sinfín de aromas que remueven nuestras gustativas. Una vez que hemos desayunado volvemos al trabajo; en nuestro camino observamos que el mercado está en plena ebullición, escuchamos voces, las de los vendedores, “¡niña, mira que precios!”, “¡chiquilla, no pases de largo!”, “¡a dos euros, a dos euros!”, o los vendedores de la O.N .C.E., “la agonía, la muerte, la niña bonita”. Entramos en el interior del mercado y tenemos nuevos olores: pan haciéndose en los hornos eléctricos, especias, plantas medicinales de la herboristería y, sin embargo, hay un olor que en los cincuenta años que llevo en el mercado al que no me he acostumbrado, el olor del pescado, y mira que está bonito un puesto de pescado fresco y mariscos, pero nada, ese olor….
En el exterior se huele más a frutas, sobre todo en verano, cuando hay más variedad; fresas, melocotones, ciruelas, albaricoques, nísperos, melones y sandías, que dan un colorido espectacular a los puestos y que llaman la atención de todos los que los visitan; o ese olor de aceitunas y encurtidos que hacen que al pasar por el puesto se humedezca la boca. En los últimos años se perciben nuevos aromas y nuevas costumbres, que quizás se deban a la comodidad o falta de tiempo del ama de casa; ¿no os ha llamado la atención el olor a boniatos y pimientos asados?, ¿o esas bolsitas con varios tipos de verduras ya cortadas y preparadas lista para hacer la menestra?, ¿o esos trozos de melón y sandia ya cortados y plastificados según la necesidad de cada familia?; son tiempos nuevos y el mercado tiene que adaptarse.
De nuevo en el trabajo, es hora de preparar las cuentas, hacer las facturas para su cobro y controlar las existencias. De todo eso se encargará el ordenador, que una vez introducidos todos los datos, empieza a lanzar listados con la información que nos interesa.
Llegamos a la una de la tarde, hay que cobrar; de esta operación se encarga Milagros. En el mercado, salvo algunas excepciones, es costumbre cobrar al día las ventas que se han efectuado por la mañana. Nos acercamos a la una y treinta, Milagros ha vuelto del cobro y prepara el dinero para su ingreso en el banco; siempre vamos con la hora justa, con la consiguiente mala cara del cajero de turno.
Nos acercamos a las dos y media. Las furgonetas del reparto ya han llegado, descargan los envases y rinden cuentas de cobros e incidencias. Se limpia el almacén y se deja preparada para la mercancía que tiene que llegar por la tarde noche; fuera, en el mercado, se están desmontando los puestos exteriores y guardando en distintos locales hasta el día siguiente.
Son las tres, es hora de cerrar y marcharnos a almorzar; mientras cierro la puerta veo que ha llegado el camión de la basura y el equipo de limpieza que hacen un trabajo rápido y eficaz; en menos de dos horas dejan la plaza como si no hubiera pasado nada.
Ya en la casa y una vez que hemos comido, me zambullo en una reparadora siesta hasta las siete de la tarde; un cafelito y de nuevo al tajo a esperar las mercancías que se han comprado por la mañana. Los camiones van llegando y procedemos a su descarga. Esta tarea nos llevará hasta las once de la noche, eso si no hay ninguna contrariedad, ya que algunas veces por avería en carretera o por otras causas llegan con retraso y me dan las tantas.
De nuevo en casa; once treinta mas o menos, duchazo, cena y a la cama, ¿Milagros que hora es? la una y cuarto, bueno hasta mañana.
Pi pipí………..pi pipí…………. Pi pipí……….. ¡¡JODER!! Las 4’30, pero bueno eso ya es otro día.
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