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Avenida Blas Infante, mi calle

Autor: José Castro Abasolo
Nací en la calle General Sanjurjo, hoy día Avenida Blas Infante y en tiempos de la República Avenida Canalejas. Empieza esta calle en el edificio de la Policía Local y termina en la entrada de la calle Convento.
Recuerdo que en el mencionado edificio se encontraba Sanidad, donde se ponían las vacunas de aquellos tiempos y también se pasaban consultas médicas. Allí pasaban semanalmente, por la mañana temprano, un reconocimiento médico las prostitutas que ejercían ese antiguo oficio en la calle Munición, y a las que mi madre llamaba, no sé por qué, “Mujeres de la Vida”. Durante muchos años fue Directora de dicho establecimiento Doña Cecilia de Cos y Secretario Don Antonio Vallejo.
Pasada la entrada de la calle Teniente Miranda (Matadero) se encontraban unas casitas bajas y en una de ellas estaba la fontanería de Cózar. A continuación, el Asilo de San José, regido por monjas, que no sé a qué congregación pertenecían. En dicho Asilo se encontraba una preciosa Capilla abierta al culto y que ha estado en uso hasta hace poco tiempo.
Seguimos, y pasada la entrada de la calle José Román, existían unos jardines y al fondo un edificio que era el Sindicato. Allí había estado anteriormente  la escuela de Don Cayo Salvadores.
A continuación, la bonita finca de los Valdés, en cuyo patio central  había una Tenería (lugar donde se curtían las pieles). Al fondo de dicho patio estaban las caballerizas. Este sitio era peculiar por el mal olor que desprendían las pieles secadas al sol. Continuamos bajando la acera y nos encontramos con la Talabartería, taller de artesanía donde se fabrican guarniciones para caballerías y los arreos de esparto para los burros. También era característico el olor del esparto en su elaboración.
A continuación de esta casa se encontraba la de la familia de Don Fernando Portilla, oficial del Banesto. Tanto él como sus hijos eran músicos; el padre tocaba el contrabajo en la orquesta del Casino Cinema, el hijo mayor era el pianista de Radio Algeciras y el otro tocaba la trompeta en la orquesta del Hotel Reina Cristina. En la siguiente casa (ésta sí que era peculiar para mí) vivía “el tío de las barbas”, un señor llamado Práxedes. Este hombre que imponía por su estatura y por una enorme barba blanca que le llegaba hasta la barriga, siempre vestía con traje y chaleco, y según contaba mi padre, fue carabinero.

A continuación vivía  una familia de la que no recuerdo su nombre, y cuyo hijo fue empleado del Bazar Fillol. Seguía la casa de Tomás Herrera, oficial de Notaria, y padre del que fue Alcalde de esta ciudad, Tomás Herrera. La casa siguiente era la de Doña Benigna, una señora  maestra que le dio clase a media Algeciras, y en la que vivía también la familia Estivill al estar emparentados. 
Cruzamos la entrada de la calle Sevilla y nos encontrábamos con una casa baja, en la que creo recordar vivía la familia Custodio.  Le seguía una casa con dos plantas. En la parte baja a la derecha, vivía la familia Benítez Berbén; a la izquierda el  médico Don  Jaime Fons Domenech y en la parte de arriba Miguel, dueño de Tejidos La Africana. Seguimos y nos encontrábamos con una casita, también de dos plantas, que era de un Teniente de la Guardia Civil, el Sr. González. En esa casa nací yo, dado que por entonces, mis padres vivían allí.
Seguidamente, venía una finca que compró mi padre (José Castro), años después de mi nacimiento. Cuando mi padre compró esta casa, le dijo mi abuelo: ”Pepe, cómo se te ocurre comprar esta casa que está en la última acera del pueblo”. Y así era, en frente no había más que un descampado que pertenecía al Cortijo el Calvario y cuyo dueño fue Don Agustín Bálsamo (toda su fortuna la dejó para los pobres).
Antes de comprar mi padre dicha finca, existía un colmado que era propiedad desde finales del siglo XIX de un señor catalán que se  llamaba Darnaculleta Drach. Desde entonces se cambió el tipo y el nombre al  negocio pasando a llamarse “Casa Castro”, nombre que perdura en la actualidad. Le sigue el edificio de dos plantas donde en la actualidad se encuentra McDonald. Justo al lado de Casa Castro hay un portal por donde se subía por unas escaleras a la vivienda y la consulta de un médico llamado Don José Perez Espá que fue Director del Hospital Militar.
Donde está ahora McDonald, estuvo primero el salón de la O.N.C.E. en el que se realizaba todos las noches a las 10 horas el Sorteo. Los cupones eran de tres cifras y sólo se sorteaba para el Campo de Gibraltar. Después, se instaló la tintorería Amaya, establecimiento que estuvo abierto muchos años en dicho lugar.
Cruzamos la calle Ancha y nos encontramos el inolvidable Café Piñero cuyo dueño se llamaba D. Andrés Pizarro Beneroso y que era famoso por su emblemática situación. Allí veíamos, sentados en la terraza, pasar durante todo el año, la Cabalgata de Reyes, todas las procesiones de Semana Santa, los desfiles militares y, sobre todo, nos tomábamos en las madrugadas de Feria los churritos con chocolate. Este establecimiento no cerraba por la noche, pues recogía de madrugada a todo el personal que terminaba en los Cabarets que existían en el Secano (prostitutas, clientes, los componentes de las orquestas etc, etc.).
Del Piñero nos vamos a la casa de al lado donde vivía la familia Dalmau, cuyo cabeza de familia había venido de Levante y que se dedicaba a la pesca. En la casa siguiente vivía el Sr. López, que era militar, con su familia. A continuación estaba la casa de los de La Roza, familia muy conocida; el padre  creo recordar que se llamaba D. Fernando y era oficial de banca. Al lado de esta familia había una churrería, que posteriormente fue oficinas y almacén de los productos “Frigo” regentado por la familia Bandrés. Junto a este almacén estaba la casa de mi abuela, Dolores Calderón Reberdito.
Seguidamente había un portal por el que se subía a una vivienda que ocupó muchos años el Doctor D. Vicente Iranzo, que posteriormente sería el Forense de la ciudad. Al lado había otro portal por el que se entraba a un patio y del que tengo grandes recuerdo de mi niñez, pues allí vivía mi amigo Juan Clavijo junto a su abuela y su padre, un hombre muy alto; en la puerta de al lado y en el mismo patio residía una señora sola que se llamaba María y finalmente, la casa de D. José Vázquez Piñero, mecánico dentista que fue muchos años Concejal del Ayuntamiento de Algeciras. En el centro del patio existía una escalera de madera que subía a una vivienda que ocupaba el Sr. Luque, militar de profesión, con su familia.
Saliendo del portal había a continuación una casa con dos plantas. El bajo era el Colegio de Agentes Comerciales y en la primera planta vivía el señor Falcón con su familia, que era el administrador de la Duquesa de Lerma. La segunda planta estaba habitada por la familia Viñas; el padre era un catalán que trabajaba como encargado de una de las Fábricas de Corcho que había en la ciudad. Por cierto, este señor emparentó con mi familia por la rama de los Castro, cuando contrajo matrimonio.
Seguidamente había una puerta por donde se entraba a un taller de costura lleno de máquinas de coser “Singer”. Dicho taller lo regentaba la madre de aquel querido algecireño, Juan Ricardo Delgado Silva, director de contrataciones musicales “Delsi”y presidente de la Peña El Mero. Justo al lado vivió un militar cuyo apellido, creo recordar, era Cintrano, y ya, haciendo esquina estaba la Posada cuya entrada principal era por la calle Convento. La Posada era un finca bastante grande que tenía un patio central y en cuyo fondo estaban los establos, donde se ataban los caballos, mulos y burros que traía el personal y que venían de los cortijos y casas de labranza de los alrededores. La parte de arriba eran habitaciones para  descanso de los clientes.
Como dije al principio, esta calle era la última acera del pueblo, pero fue muy bien aprovechada y con bastante vista comercial por parte de los propietarios y vecinos de las fincas, ya que los que venían del campo para comprar, se topaban con esa acera donde se encontraban con un centro sanitario, una tenería (para vender sus pieles), una talabartería (donde podían comprar todo  lo relacionado con la vestimenta y todos los avíos para sus caballos, mulos, burros etc.).También hacían acopio en el colmado de Casa Castro de todo lo relacionado con la alimentación (aceites, legumbres, vinos, pienso para los animales, etc.), para luego tomarse un cafelito o unas copas de vino en el bar Piñero y hablar con los tratantes de ganado para la compra y venta de todo tipo de animales; después descansar en la posada o irse a la paralela de la calle Convento a retozar con aquellas mujeres de “moral distraída” que existían en la calle Munición.
En la Posada terminaba la calle de la que escribo y frente a ella se encuentra el Parque María Cristina. Entre dicho parque y la Posada  estaba el Cuartel del Regimiento de Infantería Extremadura nº 15, y que cuando fue demolido se encontraron con las ruinas Merenies que ahora están abiertas al público y que terminan en la Avda. Virgen del Carmen.
Volviendo al Parque María Cristina, me contaba mi padre que él recordaba como el Ayuntamiento había cedido pequeñas parcelas para que se  utilizaran como  merenderos de familias acomodadas de la ciudad.
Donde actualmente se encuentra el edificio de los Sindicatos estuvo el Teatro Variedades que se quemó al principio del Siglo XX. En el solar resultante, antes de construirse los Sindicatos, recuerdo que cuando terminaba la Feria se ponían unos “coches que chocan” y esta atracción se quedaba todo el invierno.
Cruzando la Avda. Fuerzas Armadas (antes Avda. Generalisímo Franco) se encontraba el Cine Almanzor, edificio que se construyó en el lugar donde anteriormente estuvo el pabellón Municipal. Recuerdo que el pabellón era muy bonito y original con la estructura de hierro forjado y muchas ventanas. Durante la  Feria se utilizaba como Caseta Municipal y en ella el Ayuntamiento ofrecía sus actos feriales. De este pabellón me acuerdo muy bien porque estaba frente a mi casa, Casa Castro, aunque la entrada principal daba al Real de la Feria que se encontraba en lo que hoy día es parte de la Avenida Fuerzas Armadas, el Ambulatorio, el colegio General Castaños y la plaza Menéndez Tolosa, hasta la antigua plaza de toros llamada La Perseverancia. Volviendo al Pabellón Municipal, por la parte de mi calle (Blas Infante), frente, estaba una fuente de agua llamada “La fuente del Cuerno” donde recuerdo a las personas y a los arrieros con sus burros llenar los cántaros de agua para sus necesidades.
El cine Almanzor fue en sus tiempos uno de los cines más modernos de Andalucía, con una decoración muy avanzada. Contaba con aire acondicionado y ambigú. La última película que se proyectó en este cine fue una de Peter O’Toole llamada “Yo Viernes”. Todavía conservo la entrada.
A continuación estaba el Casino Cinema que se utilizaba, tanto como cine como teatro. Incluso en Carnavales se daban bailes de disfraces y me contaban que el patio de butacas se cubría con una tarima de madera que servia de pista para bailar. En este Cine-Teatro pasaron las mejores Compañías de Teatro, de Zarzuela, cante Flamenco y espectáculos Musicales de Varietés y en cine las mejores películas de aquellos tiempos. El último espectáculo fue una obra Teatro, y al finalizar dicha función, toda la plantilla del Casino (el dueño D. José  Casero, los taquilleros, los acomodadores, los tramoyistas, oficinistas, personal de limpieza, etc.) se hizo una foto en el escenario de la cual yo poseo una copia. Fue demolido en Junio de 1970.
A continuación del Casino se construyó el Colegio General Castaños y pasado dicho colegio estaba la famosa Plaza de Toros “La Perseverancia”, hoy desaparecida, que se construyó en 1866 y que se inauguró con una corrida en la que intervinieron los diestros  Antonio Carmona (El Gordito) y José Redondo (Chiclanero). Esta plaza fue utilizada para corridas de toros, peleas de boxeo y cine de verano. El derribo de “La Perseverancia” fue en el año 1975. Actualmente ocupa su lugar la Plaza de Andalucía.
Bueno, y colorín, colorado, esta calle se ha acabado.

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