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Vivencias de Algeciras (Primera parte)


Autor: Martín Ángel Montoya Sánchez

Corría allá por los años 1947, 48,… teníamos once o doce años. Era una mañana espléndida, de primavera, después de las abundantes aguas del invierno, pues Algeciras disfrutaba de una generosa pluviometría; nuestro río Pícaro, de corto recorrido, bajaba lleno y el río de la Miel, despeñado por los acantilados de La Chorrera, pasando bajo el puente del ferrocarril de Pajarete, se ensanchaba aquí, por La Junquera, desbordando “la toma”, que regaba las huertas e inundando los llanos a su paso, tomando el nombre de Río Ancho.

Mis amigos y yo vivíamos en la confluencia de la calle Andalucía, Polígono del Tiro y Los Arcos. Íbamos en ropas domingueras, no podíamos pasar bajo los Arcos ni cruzar la vía por el paso a nivel (tenía una advertencia, en aspa, sobre un riel hincado en el suelo, que decía “Ojo al tren-Paso sin guarda”, y nosotros leíamos “Paso sin tren-Ojo al guarda”). Imposible cruzar el barrizal de la Perlita ni vadear las aguas del río hacia la Bajadilla. Nos volvimos a la altura de la Corchera Armstrong y los depósitos de carbón de la Renfe, a uno y otro lado de la vía.

Aún no estaba “El Tropezón”, que en principio fue un anafe de churrería, atado con cadenas al poste de la luz, del que colgaba una bombilla; era un chozo improvisado de cañas y unos trozos de toldo , para guarecerse del viento, del agua y del relente; coñac y aguardiente para los trabajadores de Gibraltar que tomaban los barquitos Aline o Margarita, de madrugada; el fuego ardía con “carboncilla”, y Manolo, con el paso del tiempo, fue edificando en mampostería el bar y su vivienda, a escondidas y con la vista gorda de los municipales.


También estaba una bodega de Álvarez de Lara, que luego fue la carbonería del “Sordo Macho” (Domínguez), que era el romanero de la serranía; detrás, un depósito de corcho con grandes estibas como casas de tejas, que lindaba con las pilas de carbón y briquetas, barracones del tren, talleres, vías muertas, máquinas, materiales y servicios de Renfe.


En nuestro recorrido decidimos subir por la cuesta de “Pastillita” (actual calle Andalucía”; nuestra Escuela estaba en la calle Galicia, que daba al río por otras pasaderas que había que saltar de piedra en piedra. Frente la cerca de las vacas de “El Serranito”, el campo que sembraba de trigo y cebollas a la vera del regajillo de “El Tropezón”; arriba la era y un llano donde se ponían las redes para cazar jilgueros y trampas para zordillas, verdones, algún que otro zorzal; también el depósito de corcho donde hoy está la cárcel vieja, que una vez salió ardiendo, y frente, atravesando la carretera, la Corchera, en la que hacían los fardos con flejes para mandarlos al extranjero; recuerdo que era muy peligroso el corte del corcho con las sierras circulares.

Salvador Guerrero, “Pastillita”, era un señor grueso, con su tienda a la mitad de la cuesta, que vendía de todo. Atravesando la carretera está la calle Eladio Infante, donde había varios patios de vecinos; recuerdo que una vecina, demente, se sentaba en una silla sobre la acera, balanceándose de manera incansable, con los brazos cruzados, y a nosotros nos daba un poco de miedo y mucha lástima. Frente estaba la Aserradora Gaditana, antes de llegar a la escuela de Cuatro Vientos de la Villa Vieja y otra fábrica de pescado, donde las trabajadoras preparaban el pescado en cajas con hielo y helechos para remitirla a sus destinos. Podíamos pasar por el Callejón de la Vieja o seguir por detrás del Hotel Cristina, para bajar por el Patio del Coral, o seguir la carretera del Cristina, donde estaba la finca de “El Águila” y Hotel cristina adelante, el cuartel de la Guardia Civil de Las Barcas, Villa Smith y bajar al puerto; también podíamos haber seguido y bajar por la playa de Las barcas, desde donde se alcanzaba la “Piedra Morena” a nado…

Decidimos no cruzar la carretera, bajando por la cuesta del “Hormiguero”, donde estaba la panadería de Lucrecio, la escuela de Don Roque, el estanco y el bar “El Hormiguero”; en este bar se echaban las partidas de mus y se hablaba de las cacerías con trampas, de aguaderos y del paso, con grandes redes para las migratorias que pasaban el Estrecho. Frente a Lucrecio, en el patio del fondo, vivía la familia Martín, saga de fotógrafos que perpetuaban su nombre en el devenir del pueblo. Detrás del hormiguero había una fábrica de gaseosas.

Recuerdo que desde la Corchera, sus chimeneas exhalaban una gruesa nube de vapor porque estaban cociendo el corcho, y un manto de polvo negro que caía al suelo y que cuando hacía viento empolvaba la ropa y entraba molesto por la nariz y la boca.

Aquel día era espléndido, el río de la Miel, como ya he comentado, venía lleno y desbordado, con el nivel casi hasta las vías de la Estación por izquierda y hasta lo de las uralitas y materiales de construcción de Rafael Puya por la derecha. En esta parte del río, se decía que en tiempos árabes era una playita de aguas salobres riberadas por juncos y flores donde las “moritas” de la Villa Vieja venían de noche a bañarse, despojándose de las gasas de sus vestiduras, seguramente difuminada en la memoria las odas y leyendas cantadas por el poeta árabe Ibn-Abi Ruh y muchos otros de la época.

Los pretiles de mampostería del puente “Matadero” estaban rematados por gruesos bloques de piedra arenisca con las heridas y huellas profundas de amolar herramientas; cuchillos de varios usos que se hacían artesanalmente de los trozos de las sierras circulares de cortar el corcho y facas para el despiece de carnes y grandes pescado. Este modo artesanal de amolar fue antes de que Jácome, el gallego, estableciera su taller de vaciado y afilado con motores eléctricos en el Callejón del Muro, donde estaba también el cuartelillo de “Los Tabacaleros”, bueno, pero eso es otra historia.
Continuamos, pasando por delante del Cuartel de Transeúntes, paralelo a la vía, por la que circulaba una máquina de maniobras que conducía los vagones del “pescadero” a la lonja, que salía después de concluir las subastas.

Cruzamos el Puente de la Conferencia y…

(Continuará)
Varias de las imágenes que ilustran este artículo proceden de la dirección sites.google.com/site/histalgimagenes/, denominada “Historia de Algeciras en Imágenes”. Otras proceden de la página algecirasayer.es. A ambas páginas, se puede acceder desde un enlace de este blog.

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